“Queso” nació y creció en un lugar rodeado de cerros, montañas, ríos y barrancos, a 14 kms., al sur de la ciudad. Se escucha de cuento de hadas, sin embargo, es una Zona Roja, marginal, con altos indices de violencia y criminalidad: Ciudad Peronia.
Pasó su día a día entre la pobreza, surcando peligros, en un ir y venir entre el basurero, colonias, asentamientos y el mercado. Sin nombre, sin familia y sin futuro, un callejero más.
Aprendió a rogar y a ser amable. Gracias a eso, nunca faltó una mano honesta que le regalara un pan, o un amigo que le diera los huesos de su almuerzo.
Como todo callejero, también sufrió frío, hambre, indiferencia y golpes. El miedo fue su día a día, pero sobrevivió.
“Chucho” le gritaban, “fuera-de-aquí”, “barranquero”, “basurero”, “sarnoso”, de todo oyó sin conocer un nombre, sin tener dónde dormir o a quién amar; todo lo vivido pudo haber creado a un ser violento pero no, aquel perro, siempre tuvo buen corazón. Así pasó sus días, subsistiendo, apenas existiendo. Y lo que un día pareció su fin, fue el inicio de un cambio dramático en su vida.
Era diciembre de 2016, cuando alguien atropelló a aquel cachorro y quedó ahí, tirado a su suerte. Pero el perro sin nombre no iba a darse por vencido, el hambre pudo más y se movió, quiso vivir. El corazón bondadoso de un indigente vio su estado lamentable y le ayudó. Verlo arrastrándose por las calles le partió el alma y con unas corbatas, fuertemente atadas, ubicadas estratégicamente, logró unir los huesos rotos y la pierna no se desprendió. Sobrevivió un día más.
Esa noche fue encontrado por Pablo Yos y su esposa, ella con lágrimas en los ojos rogó por ayudarlo, enternecida por ver cómo arrastraba la pata. Aquí fue donde por primera vez oyó la palabra “Queso” mientras alguien le veía a los ojos y comprendió que “Queso” (en alusión a su color) era su nombre.
En los días siguientes visitaron un hospital especializado y vieron que necesitaban una inversión de Q5mil o Q6mil para la curación. Ambos hacían un esfuerzo por reunir el dinero pero, en palabras del mismo Pablo: “por arte de magia como a los cinco días empezó a caminar bien… no necesitó cirugía… al mes y medio le hicimos otra radiografía y el hueso estaba bien”. Posiblemente el destino ya estaba escrito para él.
Pablo se organizó con una ONG en Estados Unidos y gracias a la juventud y fuerza del animalito, tuvo la oportunidad de una nueva vida en aquel país.
La organización guatemalteca Guaus & Miuas, con Pablo a la cabeza, hizo todo el papeleo necesario y días después, Queso subió a un avión para vivir su nueva vida.
La semana pasada, Queso viajó a Houston Texas, hizo escala en Chicago y luego llegó a su destino final en Columbus Ohio, Estados Unidos. Ni las fronteras ni la carencia de pedigree, ni su pata “fea” fueron limitantes para este peludo amigo, su andar gracioso y su historia de lucha le llevaron a una vida mejor.
Queso en EE.UU.
Ahora vive en un hogar temporal, donde seguramente lo adoptarán de forma definitiva y demuestra día a día felicidad. “Queso es un perro muy educado, llora al querer salir a hacer sus necesidades fisiológicas, no molesta, se está comportando muy bien”, indica Pablo, haciendo referencia a la información que los adoptantes han dado. Parece haber olvidado su pasado en el país y disfruta de su nueva vida.
Guaus & Miaus
La asociación que llevó a Queso a EE.UU. recientemente celebró su sexto aniversario con una semana llena de campañas de castración. Si deseas hacer voluntariado, o apoyarles de alguna forma puedes buscarlos en sus redes sociales. Aunque su especialidad es la castración gratuita o a precios simbólicos, han llevado a un total de cinco perros para Norte América. Se centran en la raíz de los perros callejeros y la esterilización.
Al momento casi llegan a las 30 mil cirugías de castración a perros, gatos y conejos, y se enfocan en educar a la población guatemalteca, en casi todos los departamentos del país.
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