Eran las tres de la mañana con un minuto del 4 de febrero de 1976. La mayoría de personas dormía sin saber que una terrible tragedia estaba por ocurrir. Un terremoto de magnitud 7.5 sacudió Guatemala.
Cerca de 23 mil personas fallecieron y 77 mil resultaron gravemente heridas, según la cifras oficiales del Gobierno de ese momento.
Según los reportes, 258 mil viviendas quedaron destruidas y dejó a más de 1.2 millones de personas sin hogar.
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Además, el 40% de la infraestructura hospitalaria nacional estaba en ruinas. Después del terremoto, muchas personas reportaron grietas en el suelo de muchos lugares del país. La cima de algunos cerros estaban apunto de caer debido a las grietas.
Las personas estaban desconsoladas. La destrucción era interminable. Treinta y seis horas después del terremoto, los sobrevivientes fueron refugiados en albergues temporales.
El terremoto tuvo una profundidad de 5 kilómetros, el epicentro se registró cerca de la ciudad de Los Amates, en el departamento de Izabal, en la parte oriental de la Falla del Motagua, considerada como una falla transformante que forma la frontera tectónica entra la placa Norteamericana y la placa del Caribe.
El sismo tuvo una duración de 39 segundos y causó una grieta visible de 230 kilómetros que iniciaba en Puerto Barrios y concluía en Chimaltenango. El movimiento telúrico fue sensible en Belice, El Salvador, Honduras y México.
Las réplicas continuaron, pero la peor se registró el 6 de febrero, dos días después, la cual terminó por destruir la infraestructura que había quedado dañada. Estas réplica fueron de una magnitud desde los 5.2, hasta los 5.8.
La magnitud del desastre quedó al descubierto cuando se comenzó con la fase de recuperación y ayuda a quienes habían quedado atrapados en los escombros. Las autoridades debieron organizar la excavación de tumbas colectivas porque la cantidad de fallecidos fue enorme.
Peligro latente
David de León, vocero de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), recordó que por la ubicación geográfica de Guatemala el peligro de los sismos es latente. "Tenemos tres placas tectónicas y todos los días hay eventos sísmicos, la mayoría no son sensibles, pero es constante", detalló.
Es por ello que recomendó a la población que esté preparada, no sólo establecieron un plan familiar de respuesta, donde se ubiquen áreas seguras, sino que se cuente con una mochila de 72 horas para ser autosuficientes durante tres días, antes de que las autoridades puedan brindar respuesta.
"Siempre hay que tener presente que puede ocurrir un sismo y para cuando ocurra, debemos de mantener la calma, no salir corriendo y seguir las indicaciones de las autoridades", dijo.
De León recordó que, si bien es cierto, ha habido muchos esfuerzos para prepararse como país, ninguno puede estar listo al 100%, se ha demostrado en Japón y Chile, que han tenido plantes de respuesta elaborados, pero lo importante es que la población cree sus plantes de contingencia y mantenga la calma.
En cuando a la infraestructura, el vocero de la Conred, recordó que la construcción ha cambiado, ya no se usa adobe como en 1976, pero sí hay persona que no respetan las áreas de riesgo y construyen en laderas o barrancos. "Sé que es un problema social muy complejo, pero las autoridades deben de establecer un ordenamiento territorial y trabajar el problema conscientes de las diferentes vulnerabilidades del país", recalcó.
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