Marcos Andrés Antil y su familia emigraron de Guatemala a Estados Unidos en 1990. Las oportunidades se abrieron y él pudo estudiar, situación que difícilmente habría logrado de quedarse en el país.
La conversación sucedió al tiempo que abrió una bolsa con juguetes regionales. En su oficina de Guatemala, de pronto, hubo yoyo, ronrones, trompo y capirucho. “Esto era el iPhone de nuestros tiempos”, dijo al hacer sonar el característico ronroneo de este juguete de feria.
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En 2003 regresó al país para iniciar proyectos en beneficio de comunidades cercanas a su natal Santa Eulalia, Huehuetenango. Por entonces vivió uno de los momentos que más lo han marcado.
Sacó de la bolsa otro juguete: un pito. Él sonrió. “Cuando nosotros íbamos a traer leña al monte, esta era la forma para comunicarnos con otras personas. Con esto sabíamos quiénes estaban en la montaña”, explicó.
Marcos Andrés estuvo en Guatemala para definir detalles sobre varios proyectos de responsabilidad social que promueve principalmente en Huehuetenango, tales como la difusión de la marca Café con Causa.
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“De niño esperábamos que nuestro papá nos llevara esto (pito de arcilla) a casa”, contó.
Tras varios años de trabajo y estudios, hace 15 años Marcos Andrés decidió crear su propia empresa, Xumak, que en q'anjob'al quiere decir “flor" o "florecer”. Dentro de sus funciones está crear marketing electrónico.
Estados Unidos, Japón y Corea del Sur son algunos de los países en los que tiene una gran cantidad de clientes, de los cuales se pueden mencionar marcas como Digicel, Lifeway y Metlife.
Tercer objeto: los chinchines. “Esto no lo teníamos nosotros, pero los mirábamos cuando los moros salían a bailar en la feria. Me recuerdan a las fiestas”, recordó.
Al hablar nuevamente de los proyectos sociales, Marcos señaló que se realizaron eventos con frecuencia para recaudar fondos, los cuales se destinan para la creación de laboratorios de computación, donación de escritorios en aldeas que están hasta a 17 horas de distancia de la ciudad en vehículo.
Fue el turno del capirucho: “Teníamos muchos de estos y a veces hacíamos los nuestros en casa. Esto me encantaba y jugaba de niño”.
Antil se sorprendió al encontrar el trompo y contó cómo los conseguían: “Había un árbol del que hacíamos los trompos. Les abríamos un hoyo a los costados y cuando bailaba hacía ruido. Los hacíamos en casa”.
Finalmente un yoyo de madera, otro juguete de su infancia: “A veces los comprábamos de plástico o los hacíamos de distintos materiales. Tengo varios de estos en Miami”.
Estos objetos ahora forman parte de la oficina de Marcos Andrés Antil en Guatemala y, como él lo expresa: “Estas cosas hacen que me dé cuenta de que estoy en mi país. Mi oficina de Miami o Nueva York son muy similares, pero esto me dice dónde estoy”.
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