Cuando una persona trae el deseo de superación, no existen barreras, obstáculos o impedimentos para alcanzar sus metas, por más difíciles que estas parezcan.
Jhony Orizabal es uno de esos ejemplos. Su historia nos muestra el recorrido que tuvo que hacer prácticamente desde que era un bebé recién nacido en una pequeña aldea de San Juan Comalapa, Chimaltenango, hasta convertirse en un honorable abogado graduado de la Universidad Francisco Marroquín.
- EJEMPLOS...
#QueNoSeTePase Evelyn Juárez: “Ni la leucemia pudo matar mi espíritu de lucha" https://t.co/2Vvkff6RHj pic.twitter.com/iftUpzFowL
— Soy 502 (@soy_502) 2 de febrero de 2017
“Soy el menor de siete hermanos. Cuando yo nací, mi papá estaba internado en un hospital porque lo habían atacado. Él murió cuando cumplí seis meses y la situación se hizo más complicada para mi mamá que se quedó con siete hijos qué cuidar”, empieza su relato.
Fue así como Jhony pasó los primeros 15 años de su vida en la aldea Chirijuyú, de Comalapa, tratando de subsistir con el trabajo del campo y el cuidado de animales de granja. En un pequeño terreno familiar cosechaban frijol y maíz, además de cuidar vacas y caballos para sobresalir. De los siete, fue el único que pudo asistir a la escuela, pues sus hermanos ya empezaban a apoyar en el hogar.
- INSPIRADOR...
Irán Cruz: de receptor de estacionamientos a administrador de empresas https://t.co/6ZTgNueXW1 pic.twitter.com/Taefvta9QC
— Soy 502 (@soy_502) 21 de diciembre de 2016
“Desde muy niño tuve que trabajar para comprar mis útiles. Yo compraba o iba a juntar leña y la llevaba a mecapal a la casa. Cuando tenía lo de la carga para un caballo, la iba a vender a Chimaltenango, me pagaban 15 quetzales que utilizaba para costear mis estudios, comprar ropa o ayudar a mi mamá en la casa”, explica.
Todo esto lo hizo para poder asistir a la escuela más cercana que estaba en la aldea Las Lomas de Zaragoza. Tenía que caminar cerca de 30 minutos para recibir las clases. Ahí conoció a un maestro que lo inspiraba a seguir estudiando, aunque en ese momento no sabía cómo lo lograría.
Al finalizar la primaria, Jhony no sabía qué hacer, ya que en su aldea no había un establecimiento de educación básica, por lo que tenía dos opciones: irse a vivir a Chimaltenango con unas tías o comprar una bicicleta para viajar 12 kilómetros para asistir a clases en Comalapa.
- OPORTUNIDADES...
#Admirable Josías López, de ayudante de albañilería a ingeniero y emprendedor exitoso https://t.co/yie0Iucp0i pic.twitter.com/MLmYLS5RW3
— Soy 502 (@soy_502) 17 de enero de 2017
El emprendedor tuvo que vender un cerdito que le había regalado su hermana para comprar una bicicleta.
Al finalizar los básicos, nuevamente surgió la duda de dónde estudiar, pues cerca de su casa solo había la opción de estudiar perito contador o magisterio, pero él quería algo más corto, pues su sueño estaba centrado en entrar lo más pronto a la universidad.
Fue entonces que se inscribió en el Instituto Técnico Diversificado de Jocotenango, por lo que tuvo que trasladarse junto a su madre a vivir a Chimaltenango. Allí puso un pequeño puesto en el mercado para trabajar por las mañanas y dedicarse a sus estudios en las tardes y noches.
Ahí cursó la carrera de Bachillerato en Hotelería y Turismo. Sin perder su esencia emprendedora y para ganar otros centavos, llevaba golosinas para venderlos entre sus compañeros. Al graduarse recibió el reconocimiento a la excelencia estudiantil, donde obtuvo un sobre en el que iban propuestas para continuar sus estudios superiores a través de becas.
“Ahí venía información del programa del Impulso al Talento Académico de la universidad Francisco Marroquín. Cuando fui a preguntar me dijeron que aún no había opciones para Derecho, por lo que tenía que esperar”, recuerda Orizabal.
Un año más tarde regresó, expuso su caso en la facultad de Derecho donde le dijeron que si aprovechaba esa oportunidad la vida le iba a cambiar, y así fue.
Tras enfrentar el cambio sociocultural y no conocer la ciudad, Jhony aprovechó cada enseñanza, cada consejo y finalmente se graduó en 2011 como abogado y notario.
Hoy, el licenciado Orizabal es socio de una prestigiosa firma de abogados que trabajan por sus medios. Además, ha incursionado en el mundo empresarial convirtiéndose en propietario de una gasolinera, actividad que le permite tener otros ingresos.
Hace dos años se casó y vive felizmente con su esposa en Chimaltenango. Además, pudo comprarle una casa a su mamá cerca de su residencia y con ello le agradece cada esfuerzo que ella hizo por apoyarlo para que él lograra el sueño que un día le reveló en la cocina de su antigua casa de adobe en la aldea Chirijuyú, en San Juan Comalapa.