La respuesta a la tragedia causada por la erupción del Volcán de Fuego ha sido cualquier cosa, menos eficiente.
Más de una semana después de que el flujo piroclástico enterrara a comunidades enteras no hay certeza de cuántas personas perdieron la vida. El alcalde de Escuintla, Abraham Rivera, estimaba en una entrevista radial que, a ojo de buen cubero, sólo en San Miguel Los Lotes los desaparecidos podrían sumar más de 300.
Pero la CONRED habla de 197 personas de las que no se tiene noticia en las áreas afectadas, sin que nadie entienda de dónde sale la cifra. ¿El censo tan urgente desde hace por lo menos cinco años? Bien gracias, durmiendo el sueño de todo lo que resulta injusto en Guatemala. El proceso se atrasó (tendría que haber arrancado en 2015), y ahora, la fecha de arranque es el 23 de julio. Ya cuesta entender la razón de por qué lo urgente se dejó para pasado mañana.
En momentos en que, en un mundo ideal, el Congreso tendría que desengavetar las reformas de ley que los expertos consideran urgentes para que la CONRED tenga mayores facultades, los diputados están ocupados en otros asuntos. Gastan su tiempo de forma inútil, sin darle relevancia a lo importante. Se empeñan en modificar la forma en cómo se fiscaliza a las ONG o reducir las penas contempladas en la Ley de Reconciliación Nacional. Todo esto, mientras el país se cae literalmente a pedazos (basta y sobra la evidencia fotográfica del paso carretero entre Huehuetenango y Quetzaltenango), pero en el Organismo Legislativo hay que ajustarse a la agenda previa. Y punto.
¿Quién está hablando hoy de cómo enfrentar el próximo desastre? Nadie. ¿Algún alcalde está ya haciendo números para modificar su presupuesto de los próximos años y dotar de recursos a los aspectos de prevención? No. ¿Están los gobernadores diseñando planes en forma conjunta? Tampoco. Solo el de Escuintla se ha pronunciado, al proponer colocar un muro de contención de piedras gigantes para evitar que los lahares sigan afectando la ruta. “Y si hace falta, romperemos la carretera”, propuso también.
Así son nuestros servidores públicos: de respuestas tardías, inexistentes o desordenadas. Prestando atención a sus agendas personales. Obstaculizando la recepción de ayuda extranjera (y mintiendo al respecto).
En tanto, y en contraste, el voluntariado hace gala de eficiencia, recolecta lo que hace falta, desborda los centros de acopio y hace hasta lo que no puede por tenderle una mano a quien lo necesita.
¿Cómo es que permitimos que nos gobiernen mediocres de antología? Ya lo dicen en redes sociales: “Mucho pueblo para tan poco gobierno”. Una buena y una mala. O mejor dicho: uno bueno y uno malo. Que estos días queden grabados en nuestra memoria. Nos merecemos más. Mucho, mucho más.
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