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Concepción Hernández, el retrato del Volcán

  • Por Soy502
11 de junio de 2018, 17:31
Concepción fue uno de los primeros en ser rescatados. (Foto: captura de video/PrensaLibre) 

Concepción fue uno de los primeros en ser rescatados. (Foto: captura de video/PrensaLibre) 

Concepción Hernández es un nombre simpático, uno conoce pocos hombres con el nombre Concepción en estos tiempos.  A lo mejor es el nombre de un adulto, de un viejito, de un señor que vive en algún lugar alrededor de un volcán.

Sabemos que la imagen de don Concepción Hernández apareció en varios medios de comunicación. Se le veía con el espíritu quebrado, con la mirada perdida, cansado –a punto de descansar- con una mascarilla celeste que cubría su boca con la que habrá reído, besado a alguien, silbado o tarareado algún corrido mexicano de despecho, pero en la foto, estaban cubiertos sus labios por una mascarilla celeste.

Antes del domingo 3 de junio, su nombre no aparecía en los resultados de búsquedas de Google. Antes de la erupción intensa de un volcán al que llamamos Fuego, no sabíamos nada de Concepción Hernández, ni antes de la tragedia, ni ahora tampoco.

No sabíamos nada de él ni de sus hijos, o sus hermanas, o sus padres o sus abuelos, porque en la memoria no hay lugar para un campesino, un viejo campesino, para la “gente pobre”, como aquella película de Buñuel: Los Olvidados.

No sabíamos nada de Concepción Hernández, ni su nombre siquiera, hasta que la tierra removió las entrañas para colocarlo encima del fuego, a un costado del vapor arenoso de la vida y de la muerte.

Su rostro aparece retratado y a lo mejor esta fotografía le de vuelta al mundo y termine siendo premiada en algún importante concurso, que sí, también merecería ese premio el fotógrafo Carlos Paredes, corresponsal de Prensa Libre.

Al retrato de Concepción Hernández le podríamos poner Guatemala, o Mesoamérica, o Latinoamérica o Humanidad así a secas: cuatro nombres femeninos que podría tener don Concepción Hernández en un retrato que ganó su pase a la inmortalidad por que el tiempo así lo quiso.

Murió Concepción Hernández por las quemaduras en su cuerpo. Eso quiere decir que cuando fue retratado, aún vivo, sobreviviente, estaba ardiendo su cuerpo por dentro, que la foto es también el retrato de un volcán humano, de un cuerpo de 88 años que sobrevivió lleno de ceniza, de arena, del aliento más profundo de las entrañas de la tierra y de la indiferencia más mezquina y aplastante: la humana.

Todo en una misma imagen, la muerte y el amor. Todo en un mismo personaje, toda la tragedia junta de siglos de exclusión, de beneficio inagotable para unos, muy, muy pocos,  y de lucha cuesta arriba para la gran mayoría de las y los concepciones del planeta.

Vaya nombre, formar una vida dentro de otra, “comenzar a sentir una pasión o afecto”, crear una idea, así las definiciones del diccionario, y así quisiéramos que fuera esa fotografía, Concepción.

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