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La tragedia, la solidaridad, el olvido

  • Por Soy502
05 de junio de 2018, 04:41
Aún humeante, el volcán de Fuego observa los cortejos fúnebres en San Juan Alotenango. (Foto: Fredy Hernández/Soy502)

Aún humeante, el volcán de Fuego observa los cortejos fúnebres en San Juan Alotenango. (Foto: Fredy Hernández/Soy502)

Guatemala es un país muy humano, me decía una amiga, se refería a la sensación que tenemos ahora por la tragedia del Volcán de Fuego (en Mesoamérica deberíamos de escribir siempre con mayúscula la palabra volcán). Y entendí el punto, nuestra región sabe transmitir sensaciones que parecieran ser humanas, la angustia, la solidaridad, el amor, el miedo.

Esta vez fue el Volcán, y antes han sido las lluvias, los ríos crecidos, los temblores y terremotos, los fuertes vientos, la sequía, el planeta está vivo y sabe como mantener la vida. La Tierra libera parte de su fuerza en los volcanes, y estos a su vez lanzan arena, ceniza, piedras, lava, y el viento la esparce, y la lluvia limpia el sedimento que se distribuye por la tierra hasta llegar a los ríos donde se termina de esparcir por las riveras, etcétera, es un ciclo de equilibrio, de armonía.

En Mesoamérica sabemos vivir al borde de la vida, convivimos con todas las fuerzas de la naturaleza, y a eso se le llama vida; a la corrupción, a la mediocridad e ineptitud de los gobernantes, a la falta de recursos y planificación, a todo eso le podemos llamar tragedia. Y sí, mata. Y miles de vidas perdidas entre las manos robustas de la naturaleza pudieron haber sido salvadas, la catástrofe está de nuestro lado.

No fue el volcán, ni fue el río, ni fue la lluvia, fue que la tierra está condensada en pocas manos y la pobreza distribuida en millones de personas. Fue que la corrupción autorizó construir ahí y no allá, que la deforestación se comió la montaña, que los protocolos fueron ineficientes, que por estructura tenemos gobernantes de turno y no profesionales de carrera. Esa también es la tragedia.

Que afortunadamente somos un pueblo solidario y que héroes de a pie, bomberos, policías, soldados, rescatistas, voluntarios dejan el espíritu sobre la ceniza para salvar vidas, o acaso rescatar los cuerpos para que los lloremos. Que se activa la solidaridad masiva, y las donaciones, y los pequeños gestos organizativos que alivianarán la vida de los damnificados.

Pero sin Estado y sin conciencia del lugar donde vivimos, repetiremos el ciclo una y otra vez, y de nuevo al olvido, qué pasó con el Cambray, con los terremotos en San Marcos, con las víctimas del alud en Nahualá, con los sobrevivientes de Panabaj, qué fue de la explosión de la geotérmica en Zunil, etcétera.

El hogar seguro Virgen de la Asunción y el Volcán de fuego están conectados por los mismos males y por las mismas fuerzas, la de la mediocridad de nuestro sistema y la de la vida que reclama y dice “¡estoy aquí!”.

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