En la década de los 40 y 50, la industria del chicle empleaba a miles de personas en Petén y se le conocía como ‘el oro blanco’. Uaxactún, ubicado en medio de la biosfera maya, era un campamento con mucha actividad donde se acopiaba y se transportaba en avión el chicle.
En los 60, con el desarrollo del chicle sintético, la producción del lugar cayó abruptamente y el pueblo continuó y esta activo en nuestros días.
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Juan Ariel Pop, nacido y criado en Uaxactún, es de una generación que ya no conoció la abundancia que trajo el chicle. “A los siete años yo me incorpore a la cosecha de xate”, cuenta el joven de 26 años. El xate es una planta ornamental que crece naturalmente en los alrededores de la aldea y es el sustento del 90% de la población, que no supera las 900 personas.
Pop, no obstante, buscando mejorar sus ingresos y los de su comunidad, hace cuatro años se convirtió en guía turístico. Es uno de los seis que están acreditados por el Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat) y es coordinador de actividades turísticas de Uaxactún. En colaboración con Agexport, Rainforest Alliance y el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap), es parte de un movimiento que quiere añadir valor a la población y convertirlo en un destino atractivo.
Uaxactún está a 23 kilómetros por una carretera de terracería de Tikal. Es uno de los dos poblados que legalmente pueden habitar las selvas peteneras; no obstante, tienen prohibida la caza y el cultivo comercial (solo se puede practicar de subsistencia) y restringida la tala de árboles. Está justo al lado de un sitio arqueológico del mismo nombre.
En el pueblo solo hay una escuela y una telesecundaria. Tienen electricidad gracias a paneles solares en los techos de las casas, un centro de visitantes con Internet y teléfono satelital, que, dicho sea de paso, es la única señal que llega al remoto poblado.
Con estas limitaciones, ¿qué tiene para ofrecer Uaxactún además de ruinas? La respuesta la tiene Mónica José Ruiz, coordinadora de la Comisión de Turismo Sostenible de Agexport. “El turismo comunitario le da la oportunidad a los visitantes de acercarse a la comunidad e involucrarse con ella”, explica.
Según Ruiz, todo el concepto de turismo en esta aldea gira en la idea de que el visitante experimente cómo es ser parte de la comunidad. Esto incluye desde un inicio ser recibido por la comunidad, almorzar en uno de los seis comedores de la aldea lo mismo que comen los pobladores y compartir con ellos.
Juan Trujillo, asesor de Rainforest Alliance, ha ayudado a la comunidad a desarrollar formas de generar ingresos sin destruir la reserva natural. Desde que en el año 2000, a los pobladores de Uaxactún Conap les concedió en usufructo 83 mil 500 hectáreas de selva protegida para que la cuidaran, tienen una responsabilidad especial.
La comunidad de Uaxactún se estableció ahí desde mucho antes de que fuera declarada zona protegida el parque Tikal y la zona de Petén. Esta fue la principal razón de otorgarle al poblado el cuidado de su tierra.
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“Aquí también estamos produciendo pimienta y artesanías, entre otras cosas”, cuenta Trujillo. Explica que generan ingresos sin dañar la vida de la fauna y la flora de los alrededores del bosque.
Pop explica todo esto subido en una gran pirámide, la misma que hace 100 años, en 1916, Silvanus Morley descubrió en el sitio arqueológico que ahora se conoce como Uaxactún. Dice que es un poblado maya del período preclásico y que lo llaman “La ciudad que marca el tiempo”, y parece que sus nuevos habitantes continúan dándole honor a ese nombre.