Son solo seis y se enfrentan a más de 100: los que votaron abiertamente por el #PactoDeCorruptos y los que lo acuerparon desde las sombras.
Pese a la descomunal diferencia de fuerzas, esos seis diputados que acaban de formar El Frente Parlamentario por la Transparencia --Paul Briere, Andrea Villagrán, Sandra Morán, Leocadio Juracán, Enrique Álvarez y Raúl Romero-- pueden hacer grandes cosas.
Ya lo demostró en otros tiempos Nineth Montenegro: una sola voz basta para hacer la diferencia. Ahora, con seis, las expectativas son mayores. Ojalá no nos decepcionen.
Fácil no va a ser, porque la reacción puede ser feroz, pero la oportunidad está para cazar dragones, y de los más feos.
El Congreso es el centro neurálgico de la corrupción: ahí se hacen los "negocios" grandes del Estado, ahí dejan huella, y desde ahí pueden rastrearse, documentarse e impugnarse.
Como me dijo una vez un diplomático, la mayor debilidad de los corruptos es que deben operar en la oscuridad. Son como las cucarachas, que huyen despavoridas cuando uno las alumbra. Y vaya si un diputado --no digamos un equipo de seis-- puede ponerles un enorme “flash” encima.
Ahora bien, para que esta iniciativa realmente funcione, se requieren algunas cosas, que paso a detallar:
El paso ya está dado, porque en ese grupo hay diputados de derecha, de centro y de izquierda. Pueden demostrarle a Guatemala que la lucha contra la corrupción no depende del debate ideológico, sino de la integridad de las personas para rendir cuentas sobre el dinero de los contribuyentes.
Muchos en redes sociales han cuestionado la credibilidad de los diputados. Le toca a este equipo de seis demostrar con acciones tangibles y contundentes –no poniendo a su mamá de garantía-- que su compromiso es auténtico. Hacer público su estado patrimonial, como lo hicieron ya, es un buen paso inicial.
El peor legado de la guerra es el miedo que domina a muchos guatemaltecos. Pero también es cierto que hemos tenido ejemplos señeros de valentía, de mujeres que han sacudido al sistema y han vivido contarlo. Esos ejemplos son los que hay que seguir con audacia, con fuerza y con tenacidad, porque está demostrado que se puede. De hecho, quizá no haya nada más peligroso para el Frente de los seis que un compromiso a medias: ser tibios es la posición más vulnerable.
En los últimos años, Guatemala ha tenido desenlaces políticos imprevistos, como las propias elecciones de 2015. Y aunque a veces parece que sí, que somos un laberinto oscuro y perfecto, de pronto, de donde menos se espera, surge la luz.
Ojalá que este equipo de seis nos muestre que no todo está perdido: que podemos creer en el futuro y reconstruir el país sobre las ruinas de la corrupción omnímoda en la que hemos vivido los últimos 30 años .
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