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Un pleito tuitero con final feliz o cómo tender puentes

  • Por Soy502
12 de noviembre de 2017, 11:21
Los "doppelgängers" que arrasaron en Twitter: el presidente de Cacif, Antonio Malouf, y el propietario de las MundiTortas, Raymundo Ochoa. (Foto: Twitter de Malouf)

Los "doppelgängers" que arrasaron en Twitter: el presidente de Cacif, Antonio Malouf, y el propietario de las MundiTortas, Raymundo Ochoa. (Foto: Twitter de Malouf)

La idea de los “doppelgängers” o dobles perdidos, físicamente iguales a uno pero con otra vida, en alguna parte lejana del mundo, me fascinó desde pequeña.

Por eso quizá la historia del conflicto tuitero entre el presidente del Cacif, Antonio Malouf (@MaloufTony) y el propietario de las MundiTortas y chef designado del activismo pink, Raymundo Ochoa (@Mundo7), me puso de buen humor y me ayudó a recuperar la esperanza. 

Las redes sociales se han convertido últimamente en un cuadrilátero donde la tentación es agarrarse a porrazos todo el día. De hecho, hay usuarios y grupos que existen en las redes precisamente para ese fin.

Está claro que muchos gobiernos y grupos de interés están usando “net centers” o “cibertropas” para acosar personajes y manipular información , como lo demuestra un estudio de la Universidad de Oxford.

El ambiente en redes se ha hecho feroz y si nos descuidamos, puede desbordarse a la vida real. Y cansa. Cansa pelearse todo el día.

Por eso no es de extrañar que la historia de Tony Malouf y Mundo Ochoa comenzó con un pleito. El presidente del Cacif denunció en redes al chef tuitstar (tiene más de 50 mil seguidores) porque éste tomó una foto del empresario y la puso en su perfil.

Lo hizo por molestar, porque los dos se parecen. Misma calva, misma nariz afilada, misma barba. Mismos ojitos pícaros, mismos cachetes generosos. Y ambos empresarios: solo que uno de corbata, junta directiva y representación gremial y el otro de gorra, cuchillo de picar y lucha a boca de la calle.

Gracias a los buenos oficios de varios tuiteros, encabezados por la ex ministra de Salud, se propició un encuentro entre Malouf y Ochoa, al cabo del cual compartieron la “Torta de la Paz”, que resultó ser de carne adobada. 

No hace tantos años, la onda era fomentar ese tipo de encuentros: experiencias que obligaran a bajar la guardia a los guatemaltecos que habían estado en bandos opuestos del conflicto, para que se conocieran, para que vieran al “otro” a través de sus ojos, para que se sintieran un poco en esa piel ajena y dejaran de odiarse. Porque es fácil odiar fantasmas y prejuicios: la idea del “otro” a la distancia, cuando no media ningún contacto. 

La metáfora entre Malouf y Ochoa es perfecta porque son casi una versión en papel calco “del otro”. Puede que piensen distinto en muchas cosas, pero sin duda, tienen puntos de encuentro que permitirían construir cuando menos, una relación civilizada, y luego, la búsqueda de ese elusivo denominador común que tanto necesitamos.

Un amigo me preguntaba el otro día que cómo podíamos hacer para reencontrar caminos. Y por eso, este gesto de concordia entre el presidente de Cacif y el dueño de las Munditortas me pareció esperanzador.

Nuestro país está atravesando un momento muy convulso, con opiniones encontradas en la familia, el grupo de la “promo”, el equipo de trabajo.  El ambiente está tan crispado que a veces pareciera imposible hasta hablarse. Pero el camino de la ira y el miedo ya lo recorrimos: sabemos que por ahí vamos a nada. 

Antonio Malouf y Mundo Ochoa nos demostraron que nuestro “dopplegänger” puede estar a la vuelta de la esquina, que los encuentros son posibles y que para detonarlos, se requiere de buena voluntad.

Y quizá de una munditorta de adobado.

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