Imagina ocho kilómetros de basura, de plásticos y miles, miles de botellas. Parece una imagen catastrófica del fin del mundo, pero es la playa de El Quetzalito, en Puerto Barrios, Izabal. Ahí desemboca al mar el río Motagua.
Para donde se vea hay desechos: jeringas y guantes de hospital, pañales desechables... y en ocasiones cadáveres.
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La mayor parte de esta basura la producen los capitalinos, pero no son los únicos. A lo largo de sus 486 kilómetros, el Motagua recibe basura y aguas negras de los drenajes de todas las municipalidades que colindan con el río.
Entre los años 1524 y 1821, el Motagua transportó barcos a Honduras, naves pequeñas con añil y grana hacia Gualán, Zacapa. Incluso, Justo Rufino Barrios usó el río para trazar el recorrido del tren.
Ahora, ese accidente geográfico transporta basura y aguas negras de 58 municipios de 14 departamentos. Las municipalidades se deshacen de un problema urbanístico, pero crean otro ambiental.
El problema lleva más de 50 años, pero se ha hecho poco para combatirlo, pues la solución es millonaria. Además, sacaría de su confort a las municipalidades al buscar qué hacer con su basura y sus aguas servidas.
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El principio del fin
En su recorrido, el Motagua va recogiendo desechos, uno de los mayores proveedores es el río Las Vacas, que se ha convertido en uno de los mayores desagües de la ciudad.
Sobre el Puente Las Vacas el olor es nauseabundo. Zapatos, muñecos descompuestos, duroport, botes de aceite para vehículo, plásticos y heces fecales se observan en el que un día fue uno de los principales nacimientos de agua del Valle de la Ermita.
Aunque el urbanismo cambia drásticamente en Chinautla, la contaminación del río Las Vacas es la misma; a su cauce lanzan ripio. De la cristalina cuenca solo quedan las marcas de la naturaleza del caudal que alcanzaba hasta los dos metros. Hoy los únicos seres vivos ahí son zancudos y moscas.
Todos esos desechos desembocan en el Motagua y luego al mar, la queja de Honduras a Guatemala.
En agosto, autoridades del vecino país reclamaron la contaminación de 45 kilómetros de la playa de Omoa, en Puerto Cortés, debido a los desechos del Motagua. Hasta entonces el Gobierno voltea a ver el problema, pero algunos proyectos que ha impulsado no son suficientes.
Yuri Melini, director del Centro de Acción Legal-Ambiental y Social de Guatemala (Calas), asegura que la contaminación empieza en el río Las Vacas, es decir, con los capitalinos, pues en Chuarrancho, el agua aún fluye cristalina.
Para el ambientalista, el Gobierno y la población deben buscar más soluciones, pues no se trata solo de la basura, también están las aguas servidas, el jabón que usa para lavar, el aceite y otros contaminantes. Más que solo recolectar desechos sólidos, se requieren plantas de tratamiento.
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¿A dónde va el agua del retrete?
En todo su recorrido, el Motagua recibe las aguas servidas de 58 municipalidades. Es fácil observar cómo los drenajes llevan hacia el río los desechos de cada población.
Además, la falta de agua potable obliga a las personas a utilizar el río como ducha, lavadero de ropa y hasta para "limpiar" los alimentos.
Roxana Cruz, lugareña de la colonia El Milagro, en El Rancho, Guastatoya, El Progreso, está consciente de la contaminación del río. Sabe que a la par de donde está bañando a su hijo hay un basurero, pero el agua potable les llega dos horas cada dos días.
“Cuando está muy contaminado pagamos 30 quetzales para llegar al río Tulumaje, ese siempre está bien limpio, pero nos queda muy lejos”, cuenta mientras enjabona a su hijo, quien ya se divirtió nadando en ese río turbio y con basura.
Roxana y otras tres mujeres lavan su ropa y hasta el nixtamal en el Motagua: “¿Qué le vamos a hacer, hay que lavarla?”.
Otra de las mujeres que lava en el río señala que durante la época de lluvia se incrementan enfermedades como el dengue y problemas en la piel. Aclara que en todo el año padecen de estas afecciones “porque el río se mantiene muy sucio. Cuando está crecido se ve hasta lo que se hace en el baño”, sonríe.
Un problema que no sabe de fronteras
En todo el recorrido del río se observan árboles atestados de bolsas plásticas, las atrapan como si fueran biobardas naturales.
Según pobladores, el problema tiene más de 50 años, pero se hizo evidente por la queja de las autoridades hondureñas.
Para solucionar parte del problema, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (Marn) empezó la construcción de un centro de acopio de plástico en la aldea El Quetzalito, Puerto Barrios, Izabal.
El ministro de Ambiente, Sydney Samuels, aseguró que ya funciona; sin embargo, al llegar al lugar, el centro aún se encuentra en construcción. Se prevé tenerlo listo en la primera semana de diciembre.
En la comunidad la recolección de desechos es evidente, montañas de botes plásticos dan la bienvenida. No obstante, aún no se observa la destrucción real. Se navega en lancha unos seis kilómetros para quedar impactado con los ocho kilómetros de basura regados por toda la playa.
Un lugar que bien podría ser un centro turístico para observar cómo el río más grande del país se encuentra con el océano..., pero hoy es un basurero.
Las biobardas no se colocan todo el tiempo, solo cuando el río está crecido y arrastra más basura, explica Marcos Dubón, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode). Él y otros 14 comunitarios recogen los desechos que atrapa la biobarda artesanal, y lo que está regado en los ocho kilómetros de playa.
Desconocen por cuánto tiempo tendrán el contrato. Dubón comenta que el año pasado fue el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) quien los empleó por solo dos meses. Esta vez trabajan desde mayo, pero no ha sido suficiente.
“Nos dicen que van a colocar una biobarda industrial que va a estar instalada todo el día, así ya no pasará nada”, explica el presidente del Cocode.
La colocación de esta biobarda se encuentra en proceso de licitación en Guatecompras, para ellos se espera una inversión de entre 10 y 12 millones de quetzales, y podría comenzar a funcionar en febrero del próximo año.
Por el momento, el manejo de los desechos sólidos se hace a través de Proverde, de Cementos Progreso, tal y como lo hizo el Conap, en 2016.
Otro proyecto es construir una planta de tratamiento en el río Las Vacas. Pero solo está en planes porque se requiere una inversión de 100 millones de dólares que buscan en la cooperación extranjera, según el ministro Samuels.
“Vergüenza nacional”
Marco Vinicio Cerezo Blandón, de la Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación (Fundaeco), considera la contaminación del río Motagua una “vergüenza nacional”.
“Es el resultado de la incapacidad y la debilidad de las municipalidades, del Marn y del Gobierno, incapaces de idear planes de gestión ambiental de mediano y largo plazo”, manifiesta.
Pero tampoco se debe obviar la ausencia de la cultura ambiental de los guatemaltecos cuyas prácticas de consumo incluyen la utilización de botellas, pajillas, bolsas y otros plásticos que se usan por segundos y luego se convierten en un problema de basura, dice el ambientalista. Solo el 10% de todo lo que se recupera en el Motagua pueda reciclarse.
Cerezo y Melini coinciden en que los guatemaltecos deben responsabilizarse del gasto de su basura: invertir en el reciclado y el manejo de sus desechos, principalmente de las aguas servidas, las cuales suelen no ser tan evidentes como la basura, pero generan más daño.
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Desde 2006 existe una ley que obliga a las municipalidades a colocar plantas de tratamiento, pero su puesta en marcha se ha prorrogado en tres ocasiones, ya que representa un gasto enorme para los alcaldes que no quieren invertir, reclama Melini.
Para Cerezo, una solución es buscar alianzas público privadas dispuestas en invertir en la colocación de plantas de tratamiento. Y que la población esté consciente de pagar entre 15 y 30 quetzales más para darle mantenimiento a esas plantas industriales. De lo contrario continuará la contaminación de Oloa y la destrucción de los arrecifes de coral.
Por ahora, solo 15 personas se encargan de limpiar toneladas de basura desplegadas en los ocho kilómetros de playa de El Quetzalito. Solo cuentan con sus manos porque hasta el momento no se les ha proporcionado más que dos lanchas.
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