De forma un tanto atropellada (se filtraron fotos de una reunión) se ha hecho público que Thelma Aldana intenta articular un proyecto político para convertirse en candidata a la Presidencia de la República.
De concretarse la candidatura, se trata de una noticia que va a determinar en gran manera las elecciones de 2019. Aldana será en buena medida el centro del discurso, y por lo tanto, lo será también la lucha contra la corrupción que desarrolló de 2015 a 2018.
Surgen las preguntas ahora. ¿Es legítimo proyectar la figura política desde un puesto público? Depende, diría la canción.
Nadie creo que acusaría a un Alcalde, por ejemplo, de hacer un buen trabajo con aspiraciones políticas.
¿Se utilizó el presupuesto público para hacer parques, proyectos culturales y ciclovías que dieran relevancia a (ponga usted el nombre) para luego ser un candidato presidencial con posibilidades? Pues sí y bienvenido sea, creo que diríamos todos.
El tema no es tanto por el trabajo en sí, sino por cómo se haga ese trabajo. Existe, claro está, la posibilidad de que se utilice el poder y recursos del Estado a favor de un potencial candidato.
Surge la legítima pregunta sobre si Aldana utilizó la Fiscalía para quitarse enemigos políticos y beneficiar aliados. Está claro que esa será una acusación constante en todo este proceso.
Será sin duda desgastante para ella pero los que la acusan de politización en el cargo tendrán también su propia losa.
Se enfrentarán a un dilema comunicacional importante. Se verán obligados a dar respuesta a una cuestión central y la carga de la prueba estará del lado del que acusa.
Deben aportar pruebas de acusaciones falsas y con dirección política. Se debe identificar por tanto a los “presos políticos” de Thelma Aldana.
No vale hablar de Max Quirín o las enfermeras del IGSS. Esas personas no merecen estar en prisión pero no es serio argumentar que para conquistar el poder había que eliminarlos de la ecuación política.
Difícil, discursivamente hablando…. ¿Quién está dispuesto a calificar a los Juan de Dios Rodríguez, a Mauricio López Bonilla o Alejandro Sinibaldi como víctimas de persecución política?
No quisiera estar yo en los pies de los candidatos que se enfrenten a Thelma Aldana en 2019 defendiendo, aunque sea indirectamente, a Baldizón, Otto Pérez o a Roxana Baldetti.
Sin presos políticos, el argumento quedaría reducido al de la ambición…Y bueno, ese es en el mejor de los casos un discurso débil, de pocos vuelos. La ambición y el político son inevitables compañeros de cama.
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