Podrá revertirse la lucha contra la corrupción tal y como la conocemos. La nueva Fiscal más lenta, Estados Unidos abandonándonos a nuestra suerte y el sistema de justicia dando un último empujón de impunidad. Poco probable pero imaginemos que pasa.
Podrán sacar del país a Iván Velásquez con tretas de visas o intentos aún más directos pero en el caso de que les salga, en el esquema general de las cosas, poco importa. La brecha en la muralla ya está abierta.
Podrán impedir que se presente Thelma Aldana (si así lo decide) a las elecciones, planteando demandas o buscando hallazgos debajo de las piedras, aterrorizados por su capital político.
Uno pensaría que ya van tarde pero en política nunca se sabe por dónde saltará la liebre.
Podrán intimidar a los que consideren como “enemigos”, con campañas negras y persecuciones a la medida. A lo mejor esos que opinan por todos lados no son tan gallitos como piensan y se arralan.
Podrán hacer todo eso y más, pero las reglas ya cambiaron. El año 2015 aconteció y eso no se puede cambiar. La movilización ciudadana de las clases medias urbanas, debilitada aparentemente ahora, queda ya en la memoria política y será tarde o temprano reactivada o capitalizada.
El peso del voto urbano continuará agrandándose y la importancia del discurso mediático también. Ya no saldrán los números simplemente asociándose con caciques rurales.
Narrativa y credibilidad, eso que a la clase política tanto le falta, son ya claves, y lo serán más, para la conquista del poder. También para la gobernabilidad y permanencia.
Si gana una marca partidaria de la política tradicional, las impostergables reformas estarán ahí, como el dinosaurio, cuando se despierten con goma de victoria en 2020.
La urgencia (algunos hablan ya de crisis) económica que tendremos en 2019 requerirá de soluciones de corto, mediano y largo plazo.
Los retos de una sociedad en transición demográfica, con el grifo de la migración cerrado llamarán a la puerta del que gobierne.
La clase política tradicional tendrá que reconvertirse o morir. Los sacrificios, los riesgos que asumen ahora no detendrán el juego si ganan el pulso (que no lo harán).
Especialmente trágico es el caso del Presidente, que quedará desprotegido y desgastado por todos los movimientos que, aunque sea nominalmente, encabeza. Esfuerzos para sobrevivir, inútiles a largo plazo.
Nada volverá a ser como antes, y eso es no es ni bueno ni malo. Podemos, en este mundo más moderno, ir a peor o ir a mejor…pero el cambio es lo único certero e inevitable.
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