Marduk era, en la tradición de esa época y lugar, un dios menor de Babilonia. Interesante para los estudiosos del tema pero irrelevante para los ciudadanos promedio que vagamos en este valle de lágrimas.
Marduk también es una banda de música desconocida por estos lares (no queda claro si es popular en algún otro lugar) que, por lo que parece, apela a la rebeldía adolescente.
Hay ciertas edades que traen hormonas contestatarias, solo que no se sabe muy bien qué o a quién contestan. Por eso el mentarle la madre a todo, el insultar a lo divino y escupir a lo humano es la salida más común.
El primer Marduk es un becerro, un ídolo politeísta propio de sociedades antiguas. El segundo Marduk está compuesto por un grupete de burros y es, al tiempo, una gran y descarada cortina de humo.
Para más INRI estos de Marduk están rucos, viejos, un tanto acabados. Sacaron su primer álbum en 1992, hace 26 años. Por tanto, ahora rondan los 50.
Triste destino ese de andar gritando sandeces al son de una guitarra eléctrica. No se le desea a nadie a esas edades. Más cerca están de cuidar nietos que de arrullar hijos.
Darle importancia a unos blasfemos que lo son por el gusto de ser blasfemos es, o de botarates o de pícaros.
Ya dijo el gran Samuel Johnson que “el patriotismo es el último refugio de los canallas” y parece que la religión es el último refugio de los caraduras e inmorales.
Aquellas tus prioridades no se explican si no se quiere desviar la atención de una de las crisis institucionales más profundas que ha vivido el país en los últimos años.
Ya agotados los miedos al aborto y el matrimonio homosexual parece que tienen que encontrar otros dioses de barro que quemar…más papistas que el Papa, más pastores de Cash.
Carreteras, prisiones, hospitales, migrantes…no, esos no son los problemas del país. El problema son unas letras que nadie escucha, en un idioma que casi nadie entiende, cantadas por unos músicos que nadie conoce.
Y agárrense que 2019 es año electoral. Envueltos en banderas y con la Biblia en mano, como ya apareciera en 2015 Baldizón, veremos a muchos políticos. Que sean unos pecaminosos (a niveles difíciles de imaginar) en sus vidas profesionales y personales poco importará.
El problema de Guatemala no es Marduk. El problema de Guatemala son los que utilizan a Marduk como una excusa para tapar sus propias miserias, para que este conservador país no vea que no tienen mucho más que ofrecer que un rezo hipócrita y un par de estrofas del himno.
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