En el siglo dieciocho, el filósofo y diplomático francés Joseph de Maistre afirmó: “cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece”. Casi dos siglos después, André Malraux, novelista y estadista francés, agregó: “la gente tiene gobernantes que se le parecen”.
En Guatemala impera la inmoralidad en diferentes sectores y niveles del Estado. Las acciones recientes del presidente y de los diputados del #PactoDeCorruptos demuestran que son personas que anteponen sus intereses personales —y los de sus financistas— al bien común. Esto evidencia quecarecen de valores de servicio público, es decir, de los valores éticos, profesionales, democráticos y humanos que forman parte de la ética del gobierno.
¿Acaso los guatemaltecos nos merecemos el gobierno que tenemos? ¿Acaso nuestros gobernantes se nos parecen?
Si la respuesta es “no”, entonces ¿qué haría yo si estuviera en el gobierno? Esta es la pregunta que cada guatemalteco debemos responder. ¿Acaso diría la verdad? ¿Sería responsable? ¿Diría “no” si la oportunidad de beneficiarme de una posición en el gobierno se presentara? ¿Acaso me abstendría de practicar el nepotismo y contratar a mis familiares y amigos? ¿Sería una persona digna de confiar? ¿Servicial, innovador y dedicado en mi trabajo? ¿Acaso sería eficiente y eficaz? ¿Cumpliría con las leyes? ¿Sería imparcial, transparente y justo? ¿Acaso promovería el bien común en lugar de promover mis intereses personales?
Para que haya moralidad en el gobierno, por supuesto que los guatemaltecos, junto con las fuerzas vivas de nuestro país y con apoyo de la comunidad internacional, debemos continuar exigiendo una reforma profunda del Estado. Para esto habrá que empezar con la Ley Electoral y de Partidos Políticos, el Sistema de Justicia, la Ley de Servicio Civil, la Ley de Compras y Contrataciones del Estado, continuando con la creación de nuevas leyes y la revisión y modernización de todas aquellas que son necesarias para tener un Estado que dé resultados, que sea eficiente, donde impere el Estado de Derecho y gobernantes y gobernados vivamos en paz.
Sin embargo, para que haya un cambio real y duradero en nuestro país, primero tenemos que cambiar nuestra cultura social y política. Para que esto suceda los guatemaltecos debemos convertirnos en personas de ética, es decir, debemos tener valores. ¿Acaso no somos ya personas con valores? ¡Claro que sí! Pero valoramos las cosas que no son correctas. ¿Acaso no valoramos “darle casaca” a la gente en lugar de decir la verdad? ¿Pagar “mordida” para librarnos de una multa o para agilizar nuestros trámites? ¿Que nos contraten por “cuello”? ¿Usar el teléfono, la computadora, o la impresora de la oficina para cosas que no son del trabajo? ¿Evadir impuestos? ¿Comprar sin que nos den factura o artículos "pirata"? ¿Acaso no valoramos “sacar ventaja”?
Cuando cambiemos nuestros valores como sociedad, entonces tendremos moralidad en el gobierno. Cuando lo hagamos, entonces tendremos administradores y funcionarios públicos que harán lo correcto, pues sus acciones serán guiadas por valores que ya serán parte de nuestra cultura social y política. Entonces tendremos moralidad en el sector público, pues las decisiones administrativas y políticas estarán regidas por la honestidad, la responsabilidad, la incorruptibilidad, la confiabilidad, la dedicación, la efectividad, la eficiencia, la capacidad de servicio, la innovación, la legalidad, la imparcialidad, la transparencia y el bien común, por ejemplo.
¿Qué vamos a hacer los guatemaltecos para merecer un gobierno donde haya moralidad? ¿Qué vamos a hacer para que lo que dijo André Malraux “la gente tiene los gobernantes que se le parecen” no nos defina como sociedad?