El asesinato de los periodistas Danilo López y Federico Salazar en el parque de Mazatenango, en marzo de 2015, sacudió a la prensa nacional.
El despliegue de impunidad que rodeó esas muertes era insolente, casi grotesco: sicarios que disparan a quemarropa, en plena mañana, en el centro del pueblo, con sangre fría de profesionales.
Un grupo de periodistas nos propusimos entonces indagar el convulso contexto político de Suchitepéquez para entender qué había pasado.
Las colegas Jody García y Sofía Menchú fueron hasta allá y descubrieron que Danilo López tenía una conflictiva relación con cuatro alcaldes de los alrededores, entre ellos el hoy diputado Julio Juárez, que pintaba como el principal sospechoso.
Juárez era el caudillo del partido Lider en Santo Tomás la Unión. Era también el hombre designado para heredar la curul de Roberto Villate, mano derecha de Manuel Baldizón, pese a que Juárez tenía una lista de casi 20 denuncias penales en su contra, pese a que el propio Danilo López había revelado cómo defraudaba a la SAT y pese a que los lugareños sabían que Juárez había usado su poder político para enriquecerse obscenamente.
Han pasado más de dos años desde entonces y los hechores materiales del asesinato de Danilo López y Federico Salazar ya purgan condena en la cárcel. Juárez, en cambio, fue electo diputado y ahora está prófugo de la justicia.
Este 21 de diciembre, el gobierno de los Estados Unidos, lo incluyó en la lista de sancionados por la ley Magnitsky, junto con otros doce individuos que como él, parecen criminales de colección. Un sanguinario dictador africano, el mayor traficante de armas de los Balcanes, un jeque petrolero que ha arrasado en el Congo, un oscuro médico paquistaní acusado de traficar con órganos humanos.
Juárez ha perdido su visa y será incluido en la lista negra de la OFAC que le impondrá una especie de muerte bancaria.
El asesinato de Danilo López, corresponsal de Prensa Libre y de Federico Salazar, de Radio Nuevo Mundo, no ha quedado impune. Por el contrario, le salió caro a sus verdugos. Por ese crimen, hoy Juárez es el ejemplo de lo que le puede ocurrir a quienes se creen con derecho a matar y se enriquecen a costa de la miseria de los más vulnerables.
La justicia no ha terminado de seguir su cauce: Juárez tendrá que responder aún por la muerte de los periodistas ante un tribunal.
Ojalá que después de este mensaje de Washington, el presidente Jimmy Morales reflexione ahora sobre la calidad de gente con la que engrosó su bancada, la gente que se ha colado hasta su círculo más íntimo y le habla al oído, la gente a la que vergonzosamente, a él le ha dado por elogiar en púlpitos y tarimas.
Si pudiera yo hoy iría a poner flores en el parque de Mazatenango, donde cayeron los dos colegas. #LaVerdadPuedeMás. Esta vez así ha sido.
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