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Por qué el ascenso de 14 generales es veneno para el Ejército

  • Por Soy502
17 de diciembre de 2017, 13:39
Jimmy Morales se siente a gusto en círculos militares. (Foto: Archivo Soy502)

Jimmy Morales se siente a gusto en círculos militares. (Foto: Archivo Soy502)

El presidente Jimmy Morales debe creer que el reciente ascenso de 14 generales fue su regalo de Navidad al Ejército. Lo que no sabe es que pese a los taconazos y los saludos marciales, la oficialidad no recibió con agrado esa repartición desaforada de galones. 

Morales tiene una inclinación natural por la institución armada: le gustan los desfiles y los uniformes. Si pudiera, me imagino que se la pasaría marchando vestido de gala, con charreteras y condecoraciones. 

Lo malo es que ese gusto por la pompa militar no va acompañado de un entendimiento real de la institución.  

Dos de las últimas ceremonias del Ejército –la graduación de la Escuela Politécnica donde se oficializaron los ascensos y el aniversario de la Fuerza Aérea-- han desatado una enorme ola de frustración y descontento entre la oficialidad.

El malestar se ha agudizado por los despropósitos que salpican los actos protocolarios, no tanto por el ridículo que entrañan, sino porque revelan el grado de descomposición que corroe al Ejército y amenaza su propia existencia. 

Presionado por los intereses de su guardia pretoriana, Jimmy decidió ascender a 14 coroneles al grado de general de brigada, sin tomar en cuenta los méritos --o tachas-- de su hoja de servicio y el liderazgo demostrado en otros puestos de mando.

Más grave que eso, ni siquiera se molestó en preguntar si ordenar el mayor cambio en la jerarquía militar en años, era congruente con la actual estructura de la institución, las dimensiones de sus unidades y su estrategia y capacidad financiera.

Quizá Jimmy crea que ascender generales es cosa de pasar revista y colocar laureles en las solapas como la maestra de kinder pega estrellitas en la frente de los consentidos.

El problema, advierten oficiales retirados, es que ahora tenemos un Ejército amorfo, con una macrocefalia de caricatura, que cuenta con más de 25 generales en activo, sin tropas suficientes que comandar.

Según me explicaron, hay seis Brigadas en el país que requieren un general al mando: Petén, Playa Grande, Huehuetenango, San Juan Sacatepéquez, Guardia de Honor y Mariscal Zavala. Pero como les dio por ascender generales como plaga, ahora hasta el Hall tiene a un general a la cabeza, cuando esos puestos podrían ser atendidos por oficiales de menor grado (que también requieren posiciones ad hoc para su desarrollo profesional).

En otros países, un general puede estar al mando de hasta 50 mil soldados. Aquí en cambio, con suerte cada uno junta a 200 soldados. Las Brigadas, que deben ser dirigidas por generales, se integran por al menos dos Batallones, que deben ser comandados a su vez por tenientes coroneles o coroneles.

La realidad en Guatemala es que las Brigadas existentes apenas llegan a un Batallón. Tenemos un Ejército lleno de generales cubiertos con insignias doradas, pero sin soldados ni cuarteles ni recursos ni me parece, puesto o misión institucional.   

La organización militar es estandarizada, no es cosa de caprichos. Lo profesional sería administrar el Ejército según lo establecen la tradición, la experiencia y la historia militar, no según se le antoje al presidente y sus íntimos, que tampoco se han puesto a pensar en el efecto de estos ascensos en el fondo de retiro del Ejército.

El presidente no parece haberse detenido a pensar en las consecuencias de sus decisiones: lo peligroso que puede ser destruir la moral de los oficiales y dividirlos. Tan disparatado es tratar los ascensos al generalato como si fuera carrera de domingo donde todo el que llega recibe medalla y las gracias por participar, como celebrar el aniversario de una Fuerza Aérea sin aviones con un show de acrobacias en bicicleta.

A estas alturas, el Presidente debería entender que si no quiere ser visto como un comandante de mentiras, no puede tratar al Ejército como si fuera un juguete con jerarquía y normas de cartón.

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