La rabia es un sentimiento profundo, abismal, oscuro. Es un animal que se oculta en el fondo de nuestra cueva vital y que suele salir intempestivamente, hambriento, herido por estar abandonado en la sombra.
Los profesionales de la salud mental deben tener herramientas para lidiar con nuestras rabias, pero es un hecho que nosotros, como ciudadanos, como individuos, no sabemos qué hacer con esta emoción.
Pienso en esto cuando algunos diputados, claramente marcados a favor de la corrupción y de agendas espurias, se indignan porque la ciudadanía les insulta.
Unos videos muestran a ciudadanos lanzando sapos y culebras contra diputados saliendo del congreso, y sí, el insulto es una salida vulgar y barata para problemas complejos y es indefendible un insulto contra cualquier persona, menos cuando se insulta su condición de mujer, sí, incluso cuando sea una diputada que cuestionó por “denuncias falsas” la ley bajo la cual se ampara ahora, en su derecho está y ojalá se aclaren las agresiones en su contra y encuentre justicia.
Por lo demás, a los funcionarios corruptos, mediocres, ladrones y mentirosos, ¿en verdad esperan recibir claveles de la ciudadanía?
Con su descaro continuo, con su permanente intención de burlarse de nosotros, con sus insultos explícitos y simbólicos como “las personas con discapacidad solo constituyen un gasto para el país”, o aprovechar la tragedia del volcán para agilizar su agenda del #pactodecorruptos que no pudieron mover en las sesiones regulares, o construirse una carretera con fondos públicos a la puerta de su spa. No señores, por supuesto que insultarles va a ser una de las reacciones inmediatas que la rabia nos provoca.
El abuso recurrente y estructural no genera empatía, genera reacciones de defensa, absolutamente necesarias ante el agresor.
Pero bien, paradójicamente la diputada Sandoval da en el clavo, ante la rabia: la justicia. Al grito incontenible de ¡corruptos!, hay que sumar el llamado inclaudicable de ¡justicia! Y respirar.
Respirar porque la justicia toma tiempo y ese tiempo no debe ser utilizado para acariciar un puñal de venganza para nuestra bestia interior. Al tiempo de la justicia le acompañan la reflexión, la empatía, la sabiduría para poder ver que el problema es estructural y no de un grupo de diputados vulgares y corruptos.
La rabia se soluciona con valor, con justicia e inteligencia. Que en las elecciones que están a un año de distancia, sepamos resolver con consciencia y calma la rabia que esta gente ingrata nos provoca.
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