Ojalá me equivoque pero el ministro Enrique Degenhart parece ser la mayor amenaza a la seguridad que ha tenido nuestro país en veinte años, desde que el ex capitán y ex jefe de inteligencia, Byron Barrientos Díaz, llegó al Ministerio de Gobernación, en agosto del año 2000, nombrado por Alfonso Portillo.
En ese entonces, la Policía Nacional Civil recién había iniciado un proceso de reforma que lideró Rodolfo Mendoza en el gobierno del PAN. Ese primer intento de renovación, profesionalización e institucionalización policial fue truncado por Barrientos, quien llegó con dos objetivos claros: retomar la institución con cuadros mafiosos y saquear la entidad.
Recuerdo bien que en esa época, muchos de los técnicos que habían participado en el proceso de reforma policial, querían jalarse los pelos de la frustración y vaticinaban una catástrofe que se haría evidente a mediano plazo.
Barrientos acabó preso, condenado por un desfalco de más de 90 millones de quetzales por el que purgó seis años de prisión. En 2016 volvió a la cárcel, acusado por crímenes de guerra.
La profecía se cumplió y los índices de criminalidad aumentaron durante los gobiernos del FRG y de la GANA, hasta llegar a su pico más sangriento en 2009, en la administración de Alvaro Colom.
Fue una década siniestra, de pesadilla, que nos dejó decenas de miles de muertos.
El esfuerzo para revertir esos números ha sido titánico. Los resultados están lejos de ser perfectos pero llevamos ya casi una década de baja consistente de la tasa de violencia homicida, que llegó a ubicarse en 49 por cada cien mil habitantes y este junio fue de 23.5 por 100 mil.
La primera vez que destaqué en un espacio periodístico que los índices de violencia homicida revelaban una tendencia a la baja, la incredulidad alrededor mío fue absoluta. Sin embargo, a partir de 2015 la población empezó a reconocer un cambio positivo, quizá porque el manejo de la fuerza policial durante la crisis política de ese año, que culminó con la caída del gobierno de Otto Pérez Molina, fue irreprochable.
Otro éxito indiscutible de los últimos diez años fue la Fuerza de Tarea Anti Secuestros, que logró rescatar con vida a muchas víctimas, desarticular a decenas de bandas e incluso evitar secuestros. Los secuestros de alto perfil que aterrorizaron a la sociedad en la década de los 90 se convirtieron en una pesadilla lejana.
A diferencia de tantos presidentes antes que él, Jimmy Morales tuvo la inmensa fortuna de heredar una cúpula policial profesional, que contaba con el reconocimiento de la ciudadanía. Pero como estos oficiales no se plegaron a los caprichos y demandas del #PactoDeCorruptos, Morales decidió desbaratar el trabajo de profesionalización policial que tomó diez años y costó millones (pero millones) de quetzales.
Desde la llegada de Enrique Degenhart en enero de 2018, el Ministerio de Gobernación se ha convertido en una fuente constante de signos de alarma: despidos de cuadros respetados; desmantelamiento y dispersión de equipos respetados y reconocidos; ascensos y premios injustificados; asignación caprichosa de recursos; descuido de trabajos de coordinación interinstitucional esenciales; irrespeto a los procesos; eventos intimidatorios dirigidos contra activistas y críticos, que hacen suponer que no se trata de errores o casualidades.
La tendencia de corto plazo de la violencia homicida es preocupante. A partir de marzo va hacia arriba y ha sido especialmente marcada a partir del 16 de junio, aunque, menos mal, seguimos por debajo de las cifras de 2017.
La semana pasada, antiguos cuadros de la PNC denunciaron que el nuevo plan de Degenhart es convertir en policías a 3,500 soldados por medio de un curso exprés, sin controles de ingreso.
Además, las autoridades de Inguat se quejan de que las actuales autoridades de gobernación y PNC no tienen el mismo compromiso que las anteriores. Para Guatemala es muy positivo que los Estados Unidos haya bajado su alerta al turismo y que este año se hayan vuelto a alcanzar las cifras récord de ingreso de viajeros a nuestro país, que estaban estancadas desde 2003, más o menos cuando Byron Barrientos, con quien iniciamos esta nota, fue removido de la cartera de Gobernación, entre escándalos y quejas.
Degenhart ha ocupado el cargo por siete meses durante los cuales ha hecho estragos. Más temprano que tarde, las consecuencias de la demolición institucional que estamos viendo, se contará en vidas y familias destruidas, en más motivos para la migración.
La historia juzgará a Degenhart y a quienes lo sentaron en esa silla, con la clara consigna de sembrar el caos.
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