Cuando llegué hace diez años a esta tierra encontré muchas diferencias con mi lugar de origen. Algunas fascinantes, otras gratificantes y otras difíciles de tolerar.
Entre las más llamativas y profundas está ese desarrollado sentido de comunidad que tiene el chapín. En todos los estratos sociales la familia importa, los amigos de la promoción se juntan por décadas y los convivios de primos son semisagrados.
Creo que en gran medida la disparidad tiene que ver con el papel que en Europa tiene el Estado y como genera una red de seguridad tan sólida que la solidaridad familiar y comunitaria no es necesaria.
Hace poco leía sobre la profunda soledad en la que viven y mueren ciertas personas en los países más desarrollados del viejo continente.
Salud, educación, un mercado laboral dinámico y, en general, todos los beneficios que las instituciones públicas y privadas proveen, llevan a la ruptura de muchos individuos con tradicionales alianzas.
La psicología es clara también, para el ser humano, por lo general, la soledad es desamparo emocional. Quizá por eso Guatemala, joven y colectivista, está arriba en los índices de felicidad. Problemas de ricos que ojalá algún día tengamos que debatir.
La tragedia del volcán de Fuego hace que esa solidaridad se amplíe a desconocidos. La comunidad se extiende de repente, por un segundo y las redes de apoyo se activan.
Es sin duda, en medio de la tragedia, algo hermoso de observar. El Estado falla pero las personas no.
Lamentablemente esto no es suficiente. Para poder prevenir un desastre como este la solidaridad de pequeños grupos, incluso la fugaz que se extiende a otros, se queda corta.
Se necesitan planes de Ordenamiento Territorial. Se necesitan infraestructuras y mecanismos de detección.
Para eso se necesitan cosas que no tenemos. Presupuesto, una burocracia profesionalizada y prioridades políticas orientadas a conseguir apoyo amplio y no a distribuir beneficios a pocos, como ahora.
La falla de los sistemas macro hace que al final del día la vida cotidiana no sea tan fácil. Cuando se agota la empatía ampliada (que no puede durar más allá de la emergencia) queda poco que proteja a la gente.
La unión que hoy emocionados experimentamos de poco servirá si la clase política no entiende que su llamado debe ser superior a los intereses de su clan.
Volverá a pasar. Otra vez volveremos a estar mal preparados, otra vez reaccionaremos tarde y otra vez estaremos faltos de recursos. La tragedia sacará lo mejor de todos pero otra vez el día a día lo apagará. Y así a esperar a la siguiente tragedia.
- Más de Daniel Haering
*Las opiniones publicadas en las columnas son responsabilidad de su autor, no de Soy502