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Una ciudad sin escape

  • Por Soy502
27 de junio de 2017, 05:24
La Roosevelt y Chimaltenango complican la salida hacia Occidente. (Foto: Archivo Nuestro Diario)

La Roosevelt y Chimaltenango complican la salida hacia Occidente. (Foto: Archivo Nuestro Diario)

Pareciera que no requiere mucho esfuerzo darnos cuenta que estamos encerrados sobre nuestro propio espacio. La paradoja es que el encierro es tan cotidiano que lo damos por hecho. Y eso, para usar el concepto de moda, no es normal.

Hagamos el viaje inverso: tratemos de salir de la ciudad. Últimamente he tenido que estar entrando y saliendo de Guatemala de la Asunción por trabajo.

El resumen es que salir de casi cualquier punto de la ciudad toma, cuando menos, una hora. En horas pico sube a dos horas. Y otra vez ,las malas pasadas del tiempo.

La salida hacia el Atlántico también es una pesadilla. Aquí la Calle Martí. (Foto: Archivo Nuestro Diario)
La salida hacia el Atlántico también es una pesadilla. Aquí la Calle Martí. (Foto: Archivo Nuestro Diario)

Pero a ver, salir al Atlántico tiene la Martí y luego la cola de la carretera en construcción que vaya si no es una pesadilla.

Salir a Occidente es la Roosevelt y apenas más adelante el Tejar/Chimaltenango. De intentar escapar vía San Juan Sacatepéquez, es la San Juan en pleno atravesando Mixco, hacia una carretera bastante ingrata para llegar a Rabinal, por ejemplo.

O huir por Chinautla hacia Salamá que ya es imposible de pasar. Al sur con la Aguilar Batres y Villanueva hay para un par de horas y si seguimos de largo pues entre Cuyotenango y Cocales tenemos otras buenas horas atrapados.

El punto es que vivimos detrás de la talanquera de la colonia, del razor de la pared, del guardia del edificio. Y al pasar esa primera reja, está el caos citadino que es ya otra jaulota de energúmenos al volante y de hacinamiento de transporte público y vivienda. Y por si no fuera suficiente cualquiera de las salidas es una talanquera gigante.

Pensemos en el colapso de las grandes ciudades mayas del clásico tardío: el colapso ecológico y político provocó una migración masiva a pequeñas comunidades gestionadas a partir de otra lógica.

Vernos en ese espejo es fundamental. No es un colapso maya como quieren hacernos ver los libros de historia con su racismo solapado. La crisis de los recursos nos obligó a replantearnos y a buscar otras soluciones que pasaron por replantearse la organización política, económica, social, territorial, arquitectónica, cultural.

Es decir, esta ciudad ya está colapsada, siempre se puede esperar al quiebre total, al caos del colapso y terminar incendiando nuestras propias Romas o Kaminaljuyúes.

Pero podemos empezar a prever, a imaginar que hay que moverse, hay que reinventarse. No estoy seguro que estemos ya imaginando algo distinto a vivir en la Aguilar Batres a las siete de la noche el resto de nuestras vidas y a mí no me seduce en lo más mínimo la idea.

Valdría la pena revisar la historia del postclásico y cómo le hicimos hace mil años, porque seguimos acá, bien vivos.  

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