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Esa mala costumbre de "la hora chapina"

  • Por Soy502
20 de junio de 2017, 05:05
Llegar tarde es un vicio. (Foto: agencias)

Llegar tarde es un vicio. (Foto: agencias)

El tiempo es una de las variables fundamentales para explicar la manera de ser de un pueblo.

La manera en que vivimos y compartimos la lógica del paso del sol sobre nuestras cabezas define mucho la forma en que interactuamos. Y hay que decirlo, lo guatemaltecos tenemos una relación bastante especial con el tiempo.

Hay un acuerdo respecto a cómo lo contamos: minutos, horas, días, etcétera. Digamos que a fuerza de uso y siglos de colonización, el calendario gregoriano se impuso. Son 24 horas en dos jornadas de 12, etcétera. Y siempre llegamos tarde.

Es un pésimo hábito ese de llegar tarde, pero está tan generalizado. Y sí, es injustificable, pero es. La famosa "hora chapina" es una trampa que todavía no hemos descubierto para qué sirve. Y sin embargo, quizá por impuntual, quizá por necio, me gusta pensar que hay algo de resistencia en la impuntualidad, pero esa es otra discusión.

Pero no es nada más la impuntualidad, es también la lógica de los horarios. A ver. A quién se le ocurrió que en una ciudad de casi cuatro millones de habitantes trabajadores y estudiantes entren sin excepción en el mismo rango de horas. Digamos, así para ponerla bien barata, que un millón y medio de habitantes de Guatemala de la Asunción entran a las 8 de la mañana al trabajo. Y que al otro lado de la puerta está el Señor Rajuela viendo el reloj para recriminarte que, como muy probablemente sucederá, vas unos minutos tarde.

Eso o mandar a tus hijos con colchita y casi en pijama, a terminar de crecer en un bus escolar.

No es fácil organizar el tiempo, ni poner de acuerdo a tres millones de personas tratando de llegar a tiempo para que no los vuelvan a regañar. Pero quizá algún día se haga la fantasía de entrar a las 10 de la mañana, o a las 6, o a las 11, qué sé yo, somos personas de hábitos. Por ahora nos rige el hábito de llegar corriendo, de ir con prisa, de quedarnos pegados a la bocina porque, claro está, bocinando se llega más rápido a-nin-gu-na-par-te.

Quién sabe cómo termina la historia de la ciudad y el horario.Estamos creciendo muy rápido y el tiempo es una variable que no hemos incluido. Hasta ahora el tiempo es algo que se nos va, metidos en largas colas, tratando de llegar todos al mismo tiempo. Lo que me hace pensar en el temblor y las emergencias, lo que hacemos todos los días en las colas es un poco como el grito de “ ¡tiembla!, ahí está la salida de emergencia, ¡salgamos todos al mismo tiempo!”.

Ojalá NO nos toque ese momento en que tengamos que organizarnos para sobrevivir a la emergencia. Ojalá NO nos toque así. O quizá estamos ya justo en medio de ello.

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