Hay que empezar este pequeño texto agradeciéndole a todas esas personas que madrugan de lunes a viernes para tener listos los frijoles, las tortas de huevo, los chiles rellenos, el chaomin, el guacamol, la salsa, el arroz en leche, el atol de plátano, el blanco, y la metralleta de franceses para rellenarlos de amor todas las mañanas en que la ciudad se apura a llegar a algún lugar y, claro, anda con el estómago vacío.
Supongo que podemos calcular el porcentaje del producto interno bruto relacionado con la comida del día a día pero el milagro que sucede todas las mañanas de pie frente a una bolsa de fruta o una tostada con chaomin es un evento incalculable en la obscena realidad de este país.
Dicho eso, hay que aclarar que es un milagro poder pasar a desayunar de camino al trabajo, o cuando menos comprarse el pan para llevar, llegar a trabajar y llegar con algo en la barriga es un privilegio en medio de este #ParaísoDesigual.
Y bien, la gastronomía callejera es otra de las pruebas de que esta ciudad aún tiene sentido. Aunque también hay que decirlo, la calidad de la comida de la calle es una de las deudas más grandes que nos tenemos los habitantes de esta Guatemala de la Asunción.
No voy a comparar la gastronomía callejera mexicana, por ejemplo, para no provocar el ridículo e inexplicable rechazo a la cultura mexicana y para no salir tremendamente humillados de esa comparación.
El hecho es que cuando viene un visitante a esta ciudad, no es precisamente la gastronomía callejera una de las primeras opciones. No quiero pensar que la violencia también nos dejó sin carretas, pero de plano.
Hay que decir que lo más granado de nuestra gastronomía callejera sucede en los barrios, en las colonias, en las esquinas que son el secreto mejor guardado de nuestra cotidianidad.
En mi caso las mejores pupusas que he probado en Guatemala están en un garaje de Ciudad Nueva. El mejor “shuco”, en la esquina de la 13 calle y 2 avenida de la zona 1 (que compite con el de la 19 calle y 16 avenida de la zona 10). Las mejores tortillas con carne, en la Avenida Elena y 13 calle. Los mejores tacos de lengua, en la Roosevelt cerca de Miraflores. Y antes de que la sexta fuera el paseo peatonal, las mejores dobladas con carne estaban frente al Capitol.
Pero cada uno tiene su ruta, su ruta sagrada: su shukero, su taquero, su proveedor de tostadas.
Y si sos un comensal de respeto, seguro conocés el nombre de tus proveedores amigos: de mi parte La Paisa, Benedicto y Miguel “el Shaggy”, están en mi corazón y sé que un poco yo estoy en el de ellos.
Leemás de Julio Serrano Echeverría: