Eran las 10: 30 de la noche del viernes. El gobierno acababa de emitir ese comunicado amenazante de dos párrafos donde parece advertir que está dispuesto a desobedecer las órdenes de la Corte de Constitucionalidad.
En ese clima de zozobra, creado por una administración en guerra que se rodea de soldados, iban mis papás de regreso a la Antigua. Justo después del puente de San Cristóbal, vieron que el tráfico se hacía denso. Hicieron cola, a paso de tortuga, durante casi un kilómetro. “Accidente”, pensó mi papá. Pero no había tales: el origen de la atorazón era una patrulla de policía, atravesada a media carretera.
Alrededor del vehículo, entre ocho y doce policías, vestidos de negro y varios de ellos, con el arma desenfundada. Los autos fluían despacio por los costados, mientras los agentes detenían a todos y husmeaban dentro de las cabinas. “¿Todo en orden?”, preguntaban a los conductores. Mi papá asintió y se fue lo más rápido que pudo.
¿Recuerdan cuando la Policía emitía comunicados explicando las características de los operativos oficiales de la autoridad? ¿Recuerdan que adoptaron esa política porque agentes corruptos y mafiosos disfrazados de policías montaron operativos para delinquir? ¿Recuerdan que así hubo secuestros e incluso un asesinato en carretera a El Salvador?
Expertos en trabajo policial me explicaron que un operativo así, con una patrulla atravesada a media calle, solo se justifica en circunstancias extraordinarias y de altísima peligrosidad.
Puede ser que ese fuera el caso, pero intenté comunicarme con el vocero de la PNC, a quien le escribí reiteradamente por WhastsApp y llamé más de cinco veces, pero no hubo respuesta.
Qué más puede pensar uno en estas circunstancias: que este es un gobierno decidido a aterrorizar a la población, a través de las propias instituciones creadas para protegerla, no para intimidarla. Es un juego peligroso, porque la Policía que no se rige a los códigos de respeto a los ciudadanos, se descarrila demasiado pronto y si no recuerden el asesinato ominoso de los diputados salvadoreños. Comenzar a revertir ese tipo de vicios tomó años de trabajo y millones de los contribuyentes y de la cooperación internacional.
Pareciera que fue en otra vida cuando un veterano policía de Estados Unidos, que trabajaba aquí en apoyo a la PNC, me explicó que para ser eficaz, una fuerza policial necesita sobre todo de la confianza de la población, pues sin la colaboración de los ciudadanos resulta muy difícil combatir a los criminales.
Lograr ese tipo de avances en la policía mega corrupta que tenemos fue quizá el principal éxito de un proceso tortuoso de muchos años sobre el cual estas autoridades no han hecho más que escupir.
Lo que están haciendo es aberrante y repudiable. Costará sangre, dolor y muchos años repararlo.
La historia lo recordará y el karma, ah, el karma, los perseguirá también, como la justicia que tarda pero llega.
Más de Dina Fernández: