Debido a que los templos llevan tres meses cerrados, la falta de donativos, limosnas y contribuciones de los feligreses han causado una seria crisis económica en la Iglesia Católica en México.
A pesar de las restricciones, los sacerdotes continúan pagando a los empleados y cubren las cuotas del Seguro Social, los servicios de agua, luz, teléfono y gas así como el mantenimiento y limpieza de las instalaciones.
Monseñor Luis Manuel Pérez, obispo auxiliar de México expresó que la situación es muy difícil:
“Sí, hay que decirlo: estamos en estos momentos en una situación sumamente crítica, sumamente delicada y lo que más nos preocupa a los sacerdotes, a los párrocos, son los trabajadores. A veces nuestros fieles piensan que, por ejemplo, los sacristanes, la personas encargadas de mantenimiento, las secretarías y secretarios en las parroquias, las personas encargadas de la limpieza, quienes se encargan del estacionamiento, de atención de criptas, a lo mejor se piensa que son personas voluntarias y no se tienen que contratar con todas las obligaciones de ley”, expresó.
Las iglesias que abren medio día, por ejemplo, buscan alternativas para captar ingresos pues no perciben donativos por misas de difunto, primeras comuniones, bodas, bautismos, quince años, colectas dominicales y las alcancías de limosnas están prácticamente vacías.
A pesar de esto, algunas parroquias brindan ayuda médica en dispensarios e incluso reparten despensas entre los feligreses.
En el país del norte se tiene programado que las misas en las iglesias de la Ciudad de México se reanuden a partir del lunes 13 de julio.
Los templos ya se preparan para las medidas de la nueva normalidad como tapetes sanitizantes, gel, lavamanos en las entradas y marcas que definan la distancia en bancas y otros espacios de convivencia.
“Queremos salvaguardar el bien de la vida de nuestros fieles y sacerdotes”, agregó Monseñor.
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