Corría 1883, cuando en el corazón del entonces presidente Justo Rufino Barrios nació el ambicioso proyecto de unir el Caribe guatemalteco con el oriente y la capital mediante una línea férrea.
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La obra tuvo sus inicios el 4 de agosto de ese año, pero la muerte del mandatario detuvo los avances, cuando apenas se habían tendido poco más de 20 millas. Fue su sobrino, el general José María Reyna Barrios, quien retomó el proyecto con renovado impulso.
Desde Puerto Barrios hasta Zacapa, el Ferrocarril del Norte fue tomando forma gracias a una singular forma de financiamiento: una suscripción obligatoria de cuatro pesos anuales durante diez años para trabajadores con sueldos mayores a ocho pesos, convirtiéndolos en accionistas.

El 22 de noviembre de 1896, con 196 millas de recorrido, el ferrocarril fue inaugurado. Tras el asesinato de Reyna Barrios, su sucesor, Manuel Estrada Cabrera, dio continuidad a la obra, firmando en 1908 un contrato con la Central American Improvement Co. Inc. para completar el tramo del Rancho hacia la capital y rehabilitar líneas abandonadas.
"Fue hermoso ver a tantas personas trasladarse en vagones desde la ciudad porteña hacia Quiriguá y Zacapa, zonas de gran intercambio comercial", relataba Sergio Calderón, uno de los últimos conductores del tren.

Aunque hoy ya no circulan trenes en esos rieles, el Ferrocarril del Norte permanece en la memoria como símbolo de una época de progreso forzado, pero también de esfuerzo colectivo.
Sus huellas aún cruzan la historia y el paisaje de Guatemala, recordándonos que cada vía trazada marcó también el camino del país hacia la modernidad.
