Quién lo hubiese dicho. Ahora los diputados y porristas del #PactodeCorruptos son voceros de la moral y defensores del decoro.
Al Procurador de Derechos Humanos urge removerlo porque ofende a la Virgen. Aunque se frustró la citación planificada para el martes 20 de marzo, ellos no quieren que olvidemos que Jordán Rodas, quien se confiesa católico, apostólico, romano y cucurucho, es un peón más del malévolo plan de la izquierda para socavar los cimientos cristianos de la sociedad guatemalteca.
¿Habrá explicado el PDH que su presencia en la marcha feminista fue una mera casualidad? En realidad, lo ha dicho hasta el cansancio. Pero los hechos no importan. Las imágenes captadas en video, tampoco. La consigna de los moralistas sin moral es que Rodas forma parte de un contubernio perverso (junto con la Corte de Constitucionalidad), cuyo objetivo es que Guatemala deje de ser una República soberana y se convierta en un Estado sin Dios. Un Estado que haría palidecer de envidia a la Cambodia de Pol Pot. Y punto. Él es, según los señores del “Pacto”, el emisario de las miles de feministas guatemaltecas que insultan los dogmas.
Han de vivir, creo yo, en un país paralelo. ¿Insultos? Pocas veces se ha sobredimensionado más a un par de piñatas y pancartas. Para colmo, de acuerdo con su estructura argumental, la Conferencia Episcopal de Guatemala, la asamblea compuesta por todos los obispos del país, tendría que ser también pieza de esta insidiosa confabulación que vulnera la profunda fe de los creyentes. ¿Cómo entender de otra manera que los prelados hayan denunciado que la citación a Rodas “no parece ser por amor a las tradiciones religiosas que aducen defender, sino para tomar revancha”?
El Procurador de Derechos Humanos no insultó a ninguna figura religiosa. Estar parado frente a una pancarta en una plaza pública no constituye delito ni ofensa. Los hechos demostrables dicen una cosa, pero los del #PactoDeCorruptos no tienen empacho en tergiversar la realidad a su antojo para defender el status quo que les da tanto pánico perder. Y así se sueltan proclamas dignas de los cruzados de la cristiandad del medioevo.
Ahora bien, en medio de todo este revuelo mediático, muchos han olvidado por qué Jordán Rodas estaba en la Plaza de Constitución el 8 de marzo. Ese día se recordaba a las 41 niñas que fallecieron por el trágico fuego en un miserable cuarto de un hogar que tenía que haber sido seguro.
A mí, que a un funcionario le hayan tomado una foto frente a una pancarta con vulva pintada me indigna muy poco. Que estas pequeñas hayan muerto en las circunstancias en que fallecieron sí me hace rabiar. Me ofende. Y también me parece sumamente inmoral. No así a muchos de los indignados moralistas del “Pacto”.
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