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Las leyendas tienen como origen personajes que pudieron haber existido, aunque no se pueda afirmar con certeza.
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Quizá muchos no los han visto con sus propios ojos, pero más de alguna abuela, tía o pariente asegura haber tenido alguna experiencia con seres como la Llorona, la Siguanaba, el Cadejo y otros espantos.
Esta vez hablamos de "La Tatuana": un espanto o bruja que es exclusiva de Guatemala, pues en ningún otro país se conoce de su presencia.
En el barrio de La Candelaria
Cuenta la leyenda que se trataba de una joven mujer que viajó por el océano Atlántico. No se sabe en qué puerto arribó, pero los especialistas aseguran que apareció a mediados del siglo XIX en el barrio de la Candelaria, ubicado en el corazón de la ciudad de Guatemala.
Dicen que la Tatuana no se comportaba como las mujeres tradicionales de esa época. Era propietaria de casas de citas, pedía fiado en las tiendas y se dedicaba a hacer favores, como el que le hizo a Manuelita, la dueña de unas de las pulperías del barrio.
El marido de Manuelita
Dicen que la Tatuana fue a pedir provisiones a crédito, cuando encontró deshecha en llanto a Manuelita. Ella misma le confesó que su marido la había abandonado. La Tatuana sacó de su vestido negro un cuerito y se lo dio. Le explicó lo siguiente: "Reza padrenuestros y avemarías y lo pones debajo de tu almohada. Tu esposo volverá."
El marido regresó, pero luego la Tatuana volvió a la pulpería y le pidió a Manuelita que le devolviera el pedazo de cuero. La mujer obedeció, pero después de ello el marido se volvió a ir. Fue entonces que acusaron de brujería a la Tatuana.
Según la leyenda, el presidente Rafael Carrera ordenó la captura de la Tatuana. Las autoridades la detuvieron y la acusaron ante el tribunal de la Santa Inquisición, que ordenó su ejecución en la hoguera.
Cuentan que durante la noche dos guardias llegaron a la celda de la condenada. El Presidente le concedía un último deseo. La mujer pidió un tizón y se lo dieron. Cuando los guardias volvieron para llevar a cabo la ejecución, la Tatuana ya no estaba.
Los demás presos dijeron que ella había dibujado un barco en la pared y luego se había subido en él y desaparecieron. La celda olía a azufre. Así nació la leyenda.
