"Sigue robando no pares", esa es la invitación que parece que una parte del sistema se hace a sí mismo, un tanto desesperado por lo que está pasando o, mejor dicho, por lo que no está pasando.
La necesidad de operar pide a gritos una solución y la primera opción es volver a las viejas prácticas mafiosas. Sí, de operar. Esto no camina como antes, las políticas públicas se ven anquilosadas, temerosas e ineficaces. Las cosas no salen, "nadie quiere firmar nada", se queja el Presidente.
Y Morales tiene razón. No es que en el ambiente antes de 2015 fuera de eficacia absoluta, pero la máquina tenía una forma de maniobrar que conectaba a decisores con ejecutores. Esa forma se llamaba (llama) corrupción. Pocas veces reflexionamos sobre lo esencial que ha sido para el funcionamiento de las instituciones en nuestro país. Sí, para su funcionamiento. Para que las cosas pasaran (pasen), para que tengamos carreteras, medicamentos, uniformes para los PNC y semáforos la mediación era (es) el billete.
La corrupción tradicionalmente ha facilitado la acción. Si había carretera, es porque los incentivos de decisión se alineaban con dinero. Bien lo sabían los de Odebrecht. Ahora sin corrupción (o con la misma en modo pasito a pasito, des-pa-ci-to) ¿qué sustituye al saqueo como aceite de este defectuoso motor? ¿Tenemos leyes, personal adecuado y financiamiento suficiente para funcionar de manera eficiente? Me temo que las respuestas a estas preguntas son nada y no.
Obedecer al pie de la letra los procesos, las normativas, no es suficiente para que la cosa camine. Lamentablemente nuestro Estado con corrupción tímida está aún más estropeado que con corrupción salvaje.
El gran dilema político del país no es una Reforma Constitucional concreta, sino cómo hacemos para dejar de “necesitar” la corrupción y "darle" con un sistema de reglas y una estructura político-administrativa que haga que las cosas pasen. Y que pasen mejor.
Podemos acabar en un puro chantaje donde los actores políticos nos quieran convencer de que las viejas prácticas son la única manera. El punto de inflexión, lo que marcará la intensidad de la renovación serán las próximas elecciones ya que el Presidente actual parece caso perdido: entre desmayos, llantos y lamentos, nada hará en los dos años que le quedan.
Si no salen marcas partidarias reformistas que propongan alternativas a la corrupción, esta volverá a aceitar el sistema y los de siempre a meter las manos en las arcas del Estado. "Pegados". "Como animales".
Lee más de Daniel Haering: