El Vaticano atraviesa por un escándalo que involucra al sacerdote Gabriele Martinelli, acusado de abuso sexual cuando formaba parte de un seminario para monaguillos cercanos al sumo pontífice.
INVESTIGACIÓN: Señalan al Vaticano de encubrir a sacerdote acusado de abuso sexual
El sindicado es señalado de abusar por varios años de un compañero y de haber tocado a otro, pero el caso habría sido desestimado por altos jerarcas de la Iglesia católica.
De acuerdo a información recopilada por The Washington Post, el acusado era un protegido de un rector.
Martinelli tenía un papel diferente al de los otros adolescentes en el seminario St. Pius X, como se conoce a las instalaciones. Repartía asignaciones para las misas papales, seleccionaba a los adolescentes que podrían estar directamente frente al Papa o a su lado, con la oportunidad de unirse al pontífice después de la sacristía.
Entre los estudiantes de secundaria y preparatoria que habían dejado sus casa y familias con la aspiración de servir al Papa, Martinelli era visto como el guardián papal.
“Se aprovechaba de las circunstancias y ejercía una especie de dominio sobre los demás jóvenes”, dijo el clérigo, Ambrogio Marinoni, a un investigador de la Iglesia después de que Martinelli fuera nombrado sacerdote.
El supuesto agredido, a través de su abogado, declinó una solicitud de entrevista de The Post, citando el juicio en curso. Sin embargo, ofreció relatos coherentes en cartas, en unas breves memorias no publicadas, en acusaciones legales presentadas en 2018 en el Vaticano y en una entrevista de 2019 con un fiscal en Roma.
Estos relatos describen los largos abusos comenzando meses antes de que la supuesta víctima, entonces de 13 años, llegara al seminario en 2006. En la primera noche de ese tipo, Martinelli, de 14 años en aquel entonces, presuntamente subió a la cama del monaguillo, le bajó los pantalones y le practicó sexo oral, mientras se masturbaba.
Investigación
La primera oportunidad perdida para que la Iglesia evaluara lo que pudo haber sucedido llegó en 2010, cuando la presunta víctima intentó alertar por primera vez a una figura de autoridad. En esa ocasión, dijo, le contó vagamente al rector, Enrico Radice, que Martinelli lo había estado molestando.
Pero, de acuerdo con su relato, Radice amenazó con enviarlo de vuelta a casa e informar a sus padres que no paraba de repetir “falsedades”. La supuesta víctima explicó que no trató de decirles a otras autoridades durante sus últimos dos años en el seminario.
La segunda oportunidad de la Iglesia, para enfrentarse a Martinelli, vino de una serie de advertencias mucho más claras en 2013. La explícita carta anónima, enviada al Papa y a varios cardenales, se difundió por el Vaticano y abrió una ventana al caso.
Alrededor de la misma época, el presunto agredido trató de hablar. Para entonces, ya no era monaguillo, pero seguía en la órbita de la Iglesia, cantando en el coro de la Basílica de San Pedro. Se reunió con un par de figuras dentro del Vaticano, y sus acusaciones fueron transmitidas al menos hasta el cardenal Angelo Comastri, que como vicario general estaba a cargo de los asuntos espirituales de la ciudad-Estado.
Comastri escribió que el seminario juvenil necesitaba “empezar una nueva página” y un nuevo liderazgo, pero dejó el asunto en manos de otra persona: Diego Coletti, el obispo de Como.
El seminario juvenil estaba dirigido por una pequeña asociación sacerdotal con sede en Como, conocida como la Opera don Folci, a cuyo fundador, amigo del Papa Pío XII, se le había pedido a mediados de la década de 1950 que estableciera una vía para los aspirantes a sacerdotes dentro del Vaticano.
A los ojos de algunos monaguillos, no era Coletti en Como, sino Comastri en el Vaticano, quien se erigía como la máxima figura de autoridad. Y sin embargo, fue Coletti quien se reunió cara a cara con la presunta víctima en julio de 2013 y quien le pidió que pusiera por escrito sus experiencias.
Fue Coletti quien recibió la carta resultante, un relato detallado en el que el supuesto agredido escribía: “Al día de hoy, resulta que me despierto de repente por la noche, asustado, sintiendo que hay alguien acostado en mi cama”.
Y fue Coletti quien leyó esa carta y nunca respondió, según el supuesto abusado.
En cambio, el obispo se basó en la palabra del presunto abusador y del rector del seminario juvenil, que negaron las denuncias, según los documentos de Martinelli y Radice recogidos por los fiscales romanos.
Martinelli y Radice señalaron al obispo que las rivalidades existentes en la escuela podrían explicar la invención de denuncias de abusos. Tres meses más tarde, Coletti viajó al Vaticano para reunirse con Comastri y cerrar esencialmente el caso.
*Con información de Infobae