René Belarmino Diéguez es una celebridad en la aldea Montúfar, un pequeño poblado a 35 kilómetros de la ciudad capital, en el municipio de San Juan Sacatepéquez. Es el director de la Escuela José Ernesto Monzón Reyna, la cual fue construida con las propias manos de los pobladores y por ello es el orgullo de dicha comunidad.
“Esta escuela fue construida sin un centavo del Estado” cuenta el Profe René. “A las autoridades del Mineduc no les gusta que diga eso”, comenta en son de broma. “Cuando yo vine hace 16 años la escuela eran dos galeras de techo de lámina con paredes de bambú”, prosigue.
Diéguez recibió el año pasado el reconocimiento Director 100 puntos, otorgado por Empresarios por la Educación y el Ministerio de Educación a docentes que han demostrado una destacada iniciativa y proactividad para desarrollar proyectos cuyo objetivo sea mejorar la calidad educativa en sus aulas.
La escuela del Profe René recibe cada año a 360 niños de primaria durante la mañana, en la tarde a 340 jóvenes que cursan secundaria y los fines de semana, por temporadas, a adultos que toman clases para obtener un grado técnico.
Diéguez es originario de San Pedro Sacatepéquez, pero creció y trabajó durante toda su juventud en la capital. Luego de trabajar cuatro años en Estados Unidos, regresó a Guatemala y conoció a la que sería su esposa.
Como la canción de La Sanjuanerita de José Ernesto Monzón Reyna, Diéguez se mudó al terruño de su mujer luego de casarse: la aldea Montúfar. Un pueblo que según un informe de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, tiene una tasa de analfabetismo del 65% y el salario promedio es de 1 mil 500 quetzales al mes.
Aunque Diéguez tenía un buen trabajo como asesor de ventas en Guatemala, tenía que viajar mucho. Sus hijos y su esposa lo persuadieron de buscar un trabajo más cercano. Ahí fue cuando se enteró de una plaza en la escuela de la comunidad.
Cuando llegó al establecimiento y observó la precaria situación en la que se encontraba, la única cosa en la que pudo pensar Diéguez fue “esta realidad hay que cambiarla”. “Tocamos muchas puertas, ahí tengo un folder lleno de instituciones estatales a las que mande cartas: al Congreso, al Mineduc, a la SOSEP, y muchas otras”. No obstante no se le abrió ninguna puerta en el sector público.
Por eso buscó apoyó con los empresarios locales de San Juan Sacatepéquez. “Ahí sí tuvimos mucho eco”, recuerda el Profe René. Recolectó una donación de 700 mil quetzales en materiales de construcción, pero no tenía mano de obra.
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“Entonces esa misma noche reuní la donación, fui con el comité de vecinos, que por suerte en esta aldea casi todos trabajan de albañiles, les conté que había obtenido esta ayuda y si no la aprovechaban me la llevaba a otro lado. Entonces los comunitarios se organizaron y formaron equipos de trabajo. Empezamos a trabajar al día siguiente”, recuerda Diéguez.
Solo para fundir la cancha del polideportivo, 150 hombres y mujeres de la comunidad trabajaron toda la noche. “Cuando llegamos a la mitad, lanzaron bombas y pusieron marimba. Nos sirvieron tamales y tomamos atol” cuenta el director. Terminaron a las 8 de la mañana del día siguiente.
La escuela tomó un año y seis meses en estar concluida. Y de la misma forma en que se edificó, con mucha colaboración de la comunidad y tocando muchas puertas de todo tipo de instituciones, Diéguez fue obteniendo donativos para equipar un laboratorio de computación y una biblioteca.
Luego de 16 años, al Profe Rene aún lo sigue motivando el deseo de educar a los niños con amor y darles oportunidades para su vida. “No me he puesto a pensar qué va a pasar luego de que yo ya no esté, pero estoy seguro que la enseñanza va a seguir y los profesores no van a dejar morir esta escuela”, finaliza.