El papá de un amigo mío trabajó durante muchos años en el Ministerio de Educación. Hace unos días, cuando publiqué mi nota de #YoTambién, me llamó por teléfono.
-Vos, mi papá dice que esos malditos abundan en el sistema educativo. Son los encargados de cuidar a los niños y en vez de eso, los abusan.
Literalmente, horas más tarde, el Ministerio Público anunció que gracias al nuevo Registro de Agresores Sexuales, logró detectar a 33 predadores condenados laborando en las escuelas del país.
Espero que las autoridades actúen con la información recibida y alejen a esas personas de los niños, que merecen desarrollarse en un ambiente libre de riesgos.
La cantidad de víctimas de abuso sexual infantil en Guatemala es apabullante, solo por lo que sabemos de oídas y referencia, pues no existen cifras oficiales.
La violencia sexual una plaga que infesta los lugares que deberían ser más seguros: la familia, la escuela, los centros deportivos y la iglesia. Lugares donde los niños deberían estar seguros y donde a menudo suelen encontrar a auténticos monstruos.
Los adultos estamos llamados a protegerlos y exigir que las autoridades hagan todo cuánto esté en su poder para contener a los predadores sexuales de niños, culpables de uno de los delitos más abominables del repertorio criminal.
El diputado Leonel Lira me comentó el otro día que cuando se aprobó la creación del Registro de Agresores Sexuales, algunos de sus colegas (por qué no me extraña) se opusieron a que estos predadores se vieran obligados a comunicar su lugar de residencia, como sucede en Estados Unidos, para que los vecinos de determinado barrio sepan de antemano que tienen cerca a una de estas bestias.
¿Qué les pasa a los diputados? ¿Acaso no tienen niños? ¿No les gustaría saber si el nuevo vecino es un violador condenado?
La agresión sexual de niños es un delito que los guatemaltecos hemos tolerado porque no lo denunciamos y no lo condenamos, porque cerramos los ojos ante el espanto. Las consecuencias que estos crímenes tienen para los niños son gravísimas.
Por esa razón, el Ministerio de Educación debe destituir con urgencia a los 33 agresores detectados, identificar a los predadores que se esconden en las aulas y adoptar protocolos que les permitan mantener a las escuelas libres de monstruos.
Como me dijo una víctima en estos días: el sistema de educación y salud debería servir para identificar a las víctimas y alejarlas de tanto maldito que anda suelto.
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