Estos últimos días nos han dejado llenos de ceniza, dolor, lágrimas, indignación y hasta estupefacción.
En medio de las masivas muestras de apoyo, solidaridad y empatía demostrada por muchos guatemaltecos, ha quedado evidenciada una vez más nuestra debilidad institucional para prevenir, mitigar y responder ante desastres naturales como el de la erupción del Volcán de Fuego.
Podríamos pensar que esta erupción fue singular, sin precedentes cercanos. Sin embargo, al recordar casos como el del huracán Mitch, las tormentas Stan y Agatha, el deslave de El Cambray y varios terremotos, entendemos que este es un patrón que debemos detener para darle solución.
Nuestra posición geográfica además de nuestra topografía y geología comportan grandes ventajas para nuestro territorio. Tenemos una posición logística privilegiada. Contamos con suelos fértiles, además de micro climas diversos favorables para la agricultura. El país está lleno de paisajes y destinos turísticos únicos.
Sin embargo, también esto tiene un lado riesgoso. De nuestros más de 20 volcanes, tres son muy activos y estamos viviendo la dura realidad de su impacto. Nos encontramos en el cruce de tres placas tectónicas y nuestra historia está marcada por terremotos devastadores.
Nuestras salidas al mar conllevan muchos beneficios comerciales y turísticos, pero también implican tormentas tropicales y huracanes. A ello debemos sumar la realidad socioeconómica del país y la infraestructura limitada, lo cual expone desproporcionadamente a una parte importante de la población.
La Universidad de Naciones Unidas emite anualmente un índice de riesgo relacionado con desastres naturales. Este índice considera la exposición a distintos sucesos como huracanes, terremotos, inundaciones y sequías. A esto se le agrega la vulnerabilidad de la población considerando infraestructura y pobreza, entre otros factores. Por último, se incluye la capacidad de atención y adaptación a estos siniestros. No es sorpresa entonces que Guatemala sea el cuarto país con mayor riesgo de un listado de 171 países a nivel mundial. Repito: ¡el cuarto país con mayor riesgo a desastres naturales en el mundo!
Sabiendo esto, es claro que Conred, el Insivumeh y todas las instituciones a cargo de la prevención, mitigación y respuesta a desastres naturales deben ser prioritarias en nuestro país, y deben contar con tecnología de punta y el talento más capacitado, no sujeto a decisiones políticas.
La realidad sabemos que es otra.
En el corto plazo, nos toca atender esta tragedia, ayudar a las víctimas y plantear una reconstrucción digna y eficiente. Sin embargo, no podemos dejar pasar esta crisis. Sabemos que vendrán más desastres naturales. Resulta imperativo que nos propongamos replantear el sistema institucional para evitar que el impacto del próximo desastre sea tan grave como este.
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