Decimos con frecuencia que estamos ante una crisis de falta de liderazgos, y se siente, no es del diente al labio. Cuando el cobarde presidente Jimmy Morales sale hablando “como representante de la unidad nacional” se sabe que ese señor es cualquier cosa, literalmente, menos un líder.
Pero bien, hay que dejar de tener miedo a nombrarlos, y sí, hay líderes, hay nuevos liderazgos que tenemos que acompañar con criticidad.
En la cuadra sabemos quién es, en el aula también, en la familia, en la oficina, y ¡ojo!, casi nunca son los jefes, o los presidentes de la junta directiva. Los líderes suelen tener eso natural que uno sabe y lo vuelve a ver cuando la circunstancia apremia. Y debemos convocarlos, exigirlos.
Los líderes no necesitan decir que lo son, y de decirlo hay que sospecharlo. Sienten el llamado por dentro y no les tiembla el pulso para alzar la voz en medio de un grupo de personas que lo conocen y lo reconocen, personas que lo escuchan y le creen, y ella lo sabe, él lo siente.
La plaza del 2015 fue un semillero extraño. Fue como si hubiéramos quitado la torta de cemento que le echaron al jardín y parte del ripio se fue a la cárcel, y otra parte se volvió diputados y presidente. Con la tierra ante nosotros pasó de todo. La mayor parte del patio quedó descuidada; otra parte la siguieron trabajando jóvenes estudiantes, líderes comunitarios, organizaciones sociales, empresarios honestos y críticos, periodistas arrechos y (auto)críticos, algunos, muy muy pocos funcionarios públicos, intelectuales, artistas y ciudadanos comprometidos e indignados. El menú es amplio y del menú les ha dado a los corruptos el espacio de señalar a individuos para lavarse sus porcinas caras. Pero no les sale.
Pienso en cómo el Gobierno y sus medios afines –ligados directamente al financiamiento electoral ilícito- han querido señalar espuriamente a Mynor Alonzo, por ejemplo, un líder estudiantil que muchos reconocemos y respetamos. El señalamiento espurio es también una característica de los liderazgos, conspiraciones netcenteras, medios mentirosos, voceros infames atacándolos. Pero es inútil.
Que urgen liderazgos en la clase política, es un hecho, que la salida a esta crisis pronto tendrá que llegar a esos liderazgos, asumidos, y acompañados, también. Que hay que dejar de tener miedo y lo contrario al miedo es el amor y la confianza, pues de plano. Así que toca sentir en el pecho a quien volver a ver, que no son pocos y son grandes, pero hay que animarnos a nombrarlos y exigirles o reclamarles. Y estamos a una llamada de ellos, llamémoslos, pues.
Más de Julio Serrano Echeverría: