Con sus ojitos llenos de ternura y sus escasas palabras, una bebé abraza fuerte a quien por estos meses le ofrecerá la figura de un padre.
Aunque no sabe qué sucede en verdad, Letty es una pequeña que fue separada de sus padres biológicos por orden de juez, seguramente por abandono o maltrato.
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A sus escasos dos años de edad, la bebé debía ir a un Hogar Seguro. Sin embargo, la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia (SBSP) ha tratado de levantar el programa de Familias Sustitutas, para evitar la institucionalización de los menores.
El programa existe desde hace varios años, pero se le ha dado poca importancia. Hoy, al menos 71 familias abren las puertas de sus hogares para recibir a los menores que, por varias razones, son separados de sus padres biológicos y quedan a cargo del Estado.
La decisión de aceptar a los menores no es fácil. Uno de los mayores problemas es la estigmatización, los estereotipos.
"¿Quién quiere hacerse cargo de un niño o un joven a quien no quieren ni sus padres?", pensarán algunos; pero sí, hay personas que están dispuestas a hacerlo. Entre ellas está la familia Guzmán, que en los últimos dos años ha aceptado como parte importante de su hogar a dos menores.
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¿Qué los motivó?
Mientras Letty observa desde lejos, María responde: "Pertenecemos a una iglesia y el Gobierno instaló un hogar a la par de ella. Ellos mismos llegaron a pedirnos ayuda, así nos involucramos".
Cada fin de semana, la familia Guzmán trabajaba con menores del Hogar Seguro, allí conocieron el programa de Familias Sustitutas.
“Entre todas las charlas informativas se nos extendió la invitación de participar en un desayuno en el que trajeron a una persona de Estados Unidos que había crecido en un orfanato, estuvimos allí mi esposa y mis hijos. Fue impactante escuchar lo que este hombre vivió cuando era niño. Él escribió un libro que se llama Solo, habla de su niñez y cómo fue traumático y eso vino a alimentar el deseo de hacer algo. No podemos solucionar la problemática de todos los niños, pero trayendo a uno o dos a casa podemos ayudar en algo”, explica Walter, la cabeza de hogar.
Mientras que María indica que en las charlas que recibieron de la SBSP entendió que la ayuda era para los niños. “No es por nosotros, es por ellos. Al darnos cuenta de que ese granito de arena puede cambiar una vida hizo de esta experiencia una maravilla”, manifiesta.
Proceso difícil
La situación no ha sido fácil, aunque sí muy satisfactoria. Primero tuvieron que cambiar su estilo de vida. Walter y María son padres de dos jóvenes adolescentes, así que ya habían olvidado los pañales y los juegos infantiles.
Además, lidiarían con un bebé que ya había estado en un centro, así que traía costumbres diferentes a las suyas.
El primer pequeño que recibieron fue William. Tenía 4 años y su mamá lo abandonó, ni siquiera apareció cuando el niño regresó con su familia biológica.
“Era un niño que cuando se le servía su comida no se le podía tocar, porque peleaba por ella. Él estaba acostumbrado a defender su plato. Si se le tocaba hacía berrinches o ya no comía. Eso no es normal”, reflexiona.
Pero eso quedó atrás. María recuerda que después de los nueve meses que vivió con su familia, William se fue feliz, lleno de amor. “Incluso, hasta su cuerpo cambió. Cuando vino tenía una tos muy severa, se fue sano, hermoso, rosadito, gordito. Creo que con identidad. Él sabía quién era, creo que eso era lo más importante, saber que tiene una familia, que pertenece a una familia”, dice orgullosa.
Lidiar con el niño no fue lo único, pues “al principio” la familia de William creía que los Guzmán querían quitarle a su bebé, pero con el tiempo entendió que así era el programa y ahora está “muy agradecida”.
Ceder derechos
Aunque la familia Guzmán está muy contenta y comprometida con el programa, reconoce que ha tenido que “ceder derechos”.
“A veces quisiera dormir bien toda la noche, pero hay ratos en que la nena nos necesita y yo tengo que estar allí con ella”, describe María su convivencia con Letty, a quien ayudarán hasta que el juez lo decida.
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Desde que la bebé llegó a su casa ha sido muy difícil “comer un plato de comida calentito”. Sin embargo, “no es algo que no se pueda hacer, es sencillo dejar un poco de nosotros, el egoísmo que a veces llevamos todos”.
El trabajo ha sido de todos. Desde que los bebés han llegado a su casa, no solo los padres han tenido que compartir su tiempo y espacio, los hijos de la familia también han hecho esfuerzos, pero ambos dicen estar contentos y aseguran que los bebés les han cambiado la vida, les han mostrado lo valioso que es el amor y cómo este puede cambiar una vida.
Familias sustitutas
El proyecto no es nuevo, Marwin Bautista, subsecretario de Protección de la SBSP, explicó que ya tiene varios años, pero no se había explotado como están tratando de hacerlo ahora.
Hasta hace unos meses no había más de 30 familias en el programa, ahora ya tienen a 76 registradas y 27 menores viven con ellas.
“No digo que los hogares seguros sean malos, pero es mejor que un menor tenga la atención de una familia que le va a dar toda la atención y el amor que requiere para desarrollarse como persona”, detalló.
Bautista explicó que la subvención económica que reciben las Familias Sustitutas es de Q500 mensuales, pero están conscientes de que es muy poca, por lo que recién se aprobó incrementarla a Q1,500 al mes.
El funcionario comentó que, a pesar de que el programa está creciendo, solo un juez puede dar la orden de enviar a un menor a una familia sustituta. Y detalló que muchos de los menores han sido abandonados por sus madres y padres biológicos, maltratados o su salud está en riesgo extremo por sus niveles de pobreza.
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No obstante, todos los menores regresan con sus familias. De acuerdo con Bautista, los niños viven en hogares sustitutos o en centros en lo que la Procuraduría General de la Nación localiza a los familiares más cercanos para que puedan hacerse cargo de ellos.
Todos deben acudir a terapias sicológicas y escuela de padres, donde son apoyados como familia. Además, ahora se hacen estudios socioeconómicos para ayudar con subvenciones y alimentos a los hogares en extrema pobreza, para que los niños no vuelvan a estar en riesgo y puedan estar con sus familiares biológicos.
Puertas cerradas
Aunque Bautista reconoció que cada vez más familias se interesan en ayudar a los pequeños. Ha sido muy difícil que acepten adolescentes.
El funcionario explicó que todas las familias sustitutas eligen las edades y el sexo de los menores que estarían dispuestos a ayudar. “No se impone nada, porque la familia tiene que estar cómoda”, explicó.
La mayoría acepta a niños entre 2 y 7 años. “Es muy difícil que acepten a adolescentes, pese a que una gran parte de los menores institucionalizados están en edades de 12 a 17 años. Los entiendo, es complicado porque ya han pasado por muchas cosas, la mayoría por violencia física y sexual”, describió.
Sin embargo, Bautista está convencido en que poco a poco las familias sustitutas aceptarán adolescentes. “No hay nada mejor para un niño o joven maltratado que recibir amor, el sentirse protegido, el saber que alguien se interesa por él”, manifestó.
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