Siempre he sido muy escéptico de esos análisis que vienen a decir que desde el norte se maneja el país al antojo de unos cuantos burócratas hasta el más mínimo detalle. La vida nunca es tan sencilla.
Creo que más bien administran su relación con el que ven como un país incómodo (por no utilizar la expresión que recientemente Trump hizo famosa) alineando sus dos o tres intereses sin meterse a la cocina (que pueden) salvo en momentos muy puntuales.
Eso no significa, en absoluto, que Estados Unidos no sea un actor sumamente importante en nuestro país. ¿Les molesta? ¿Y qué esperaban?
La mayor potencia mundial está muy cerca, casi se puede decir que compartimos frontera. Es el país al que más exportamos y que más nos vende. Los migrantes que allí habitan aportan la brutalidad del 15% del PIB a nuestra economía con las remesas que mandan a sus familiares.
Solo con entorpecer esa salida de capitales con algún trámite burocrático podrían hacernos colapsar en un par de semanas. Nos tienen del pescuezo vaya.
Nuestras instituciones son débiles además y las suyas fuertes. Sus capacidades de inteligencia exceden por mucho las nuestras. Creo que es difícil imaginar incluso para las mentes más conspirativas la cantidad descomunal de audios, fotos y documentación comprometedora que tienen de muchos de los actores políticos relevantes del país.
Quejarse de la influencia de Estados Unidos en Guatemala es como lamentar que el amor es complicado o que el rechazo duele. Es frustrarse por lo inevitable.
¿Y a qué juegan últimamente? Es importante saberlo pues su posición hace que se incline la balanza si las fuerzas internas están divididas, como es el caso ahora. No asegura el resultado pero pesa.
Algunos, de manera cuasi patológica, se niegan a ver que la política con Trump no se ha modificado sustancialmente y no lo hará al menos hasta 2019.
Se aferran a una frase por aquí o por allá. La realidad parece otra. Tanto en discurso como en acciones, el apoyo a las líneas generales de la lucha contra la corrupción sigue el mismo rumbo.
La destitución de la cúpula del Estado Mayor, especialmente la figura de un Cano Zamora cercano al Presidente, es algo muy significativo y acontece exactamente una semana después de la llegada de la Embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley.
El nuevo Secretario de Estado, Mike Pompeo, que al venir de la CIA conoce bien los informes de inteligencia sobre los mafiosos que persigue CICIG, lo tendrá igualmente claro. Pobres los que se autoengañan porque de ellos serán las deudas con el psicólogo.
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