Tina Matin era una mujer proactiva que amaba el ejercicio diario. De pronto sintió que su práctica ya no era suficiente y decidió aumentar la intensidad de su entrenamiento con una nueva instructora, sin imaginar las consecuencias que esto le traería.
Matin compartió su historia y se hizo viral, pues invita a reflexionar y a no olvidar que todo en exceso es dañino.
Esta es su historia
"Hago ejercicio cuatro o cinco días a la semana por lo menos. Por lo general corro entre 30 y 50 kilómetros semanalmente, pero también hago barra, yoga y trato de tomarme un día de reposo. Así que no todo es súper duro.
Corrí la media maratón de Nueva York en marzo de 2016, y después, iba al gimnasio todos los días. Tenía muy buen estado físico, pero le dije a una nueva entrenadora con la que estaba a punto de empezar mi entrenamiento, que sentía como si me hubiera estancado un poco y que mi objetivo era llegar al siguiente nivel y, tal vez, adelgazar un poco también.
En abril, tuvimos nuestra primera sesión, un entrenamiento de cuerpo completo. No siempre hago ejercicio con un entrenador. Lo hice antes de mi matrimonio, sin embargo, a veces sentía que ese entrenador no me exigía lo suficiente; era mucho trabajo de zona media y de fuerza, es decir, solo movimientos muy controlados.
Lo diferente de este entrenamiento era que sentía que estaba perdiendo el control. He hecho ejercicio antes por mi cuenta, en clases y con entrenadores, y sé lo que es ejercitarse de la forma apropiada. Pero en algunos de estos ejercicios, especialmente en las dominadas negativas que ella me hacía hacer (en los que saltas de una caja o subes del suelo a la parte superior de una dominada y bajas lentamente), me sentía como si estuviera cayendo demasiado fuerte o simplemente perdiendo el movimiento lento.
Y recuerdo que le dije a esta instructora: 'Estoy fracasando'. Estaba sufriendo un fallo muscular, ese punto en el que mis brazos temblaban y estaba literalmente colapsando una y otra vez. Pero ella decía, supongo que para motivarme: '¡Uno más, dos más, puedes hacerlo!'. Así que seguí adelante. Estaba motivada y mi entrenadora, de pie a mi lado, me alentaba.
Dentro de las siguientes dos o tres horas, estaba en el trabajo y me sentía realmente adolorida. Fue un dolor muy intenso, del tipo que suele aparecer uno o dos días después de hacer ejercicio, pero en esta ocasión, ocurrió a las dos o tres horas después de la sesión.
Me sentía ridículamente adolorida y ni siquiera podía abrir las puertas pesadas del trabajo; no podía extender o doblar los brazos completamente. Le envié un mensaje a mi entrenadora y le dije: 'Me duelen mucho los brazos, se sienten como si fueran fideos'. Ella me dijo: 'Hiciste un gran trabajo, estarás mejor en uno o dos días'.
Así que seguí con mi día y pensé: 'Tal vez no he hecho mucho trabajo en la parte superior del cuerpo últimamente'. Pero creo que fue una de las primeras señales de advertencia, haber estado tan adolorida en tan poco tiempo y haber perdido capacidad de movimiento.
Al día siguiente todavía estaba muy adolorida. Pero salí a correr, de todas maneras, porque a veces eso me ayuda a relajarme un poco. Terminé de correr, pero igualmente sentí un dolor agudo en mis brazos, hombros, pecho y en la parte superior de la espalda, también.
Esa noche salí y mientras me preparaba, me puse un suéter y sentí que era unas pulgadas más corto de lo que debería haber sido, al punto de que pensé que la tintorería podría haberlo encogido, hasta que recordé que aún no la había llevado a la tintorería. Ese fue la segunda alarma roja: obviamente estaba en esa etapa de hinchazón, pero yo pensaba que mi ropa se estaba achicando.
Esa noche tomé un poco de vino y un cóctel durante la cena, tal vez cuatro o cinco tragos en el transcurso de seis o siete horas. Al día siguiente almorcé con un amigo y todavía no podía enderezar o doblar los brazos. De regreso a casa me cambié de ropa, y fue entonces cuando me miré al espejo y pensé: 'Dios mío'.
"Me parecía al Hombre Michelin".
Busqué en Google 'brazos muy hinchados después del ejercicio' y empecé a ver resultados sobre una enfermedad, la rabdomiólisis, que es básicamente cuando hay tanta desintegración de los tejidos musculares que se vierte una proteína dañina en la sangre que puede ser muy peligrosa.
Puede manifestarse después de entrenamientos intensos, pero realmente cualquier forma de daño muscular que sea lo suficientemente severo puede causarlo. Mi marido empezó a buscarlo en Google y dijo: 'Bueno, es tan poco común, y tu orina no es de color cola', que según lo que él estaba leyendo era el síntoma principal. Pero aun así decidí ir a urgencias por la hinchazón.
Así que fui al médico y les dije: 'Hice ejercicio, estoy muy inflamada, me duele'. Me hicieron una muestra de orina y un análisis de sangre inmediatamente, y mientras esperaba me conectaron una vía intravenosa, porque pensaron que estaba deshidratada. Y volvieron con el análisis de sangre y dijeron: 'Sí, es rabdomiólisis, y te vamos a internar en el hospital'. Ahí fue cuando pensé, vale, esto es realmente serio.
Los médicos tenían que analizar mi sangre cada cuatro y seis horas. Estaban probando los niveles de una enzima muscular llamada CPK. El nivel de CPK para una persona normal debe estar entre 10 y 120 UI/litro. Fui admitida con 38.000 UI/litro.
Por supuesto que le dije a mi marido: '¡Te lo dije!' Él leyó que es muy raro, pero le dije a cada uno de los médicos que vi y cada uno dijo que habían visto un caso similar en la última semana. Me decían: 'Oh, sí, ya sabes, con CrossFit y SoulCycle, es más común. Y después de la maratón vimos un montón...'.
La buena noticia es que no sufrí ningún daño renal. El gran problema con la rabdomiólisis es que toda la enzima muscular que se descompone en la sangre tiene que salir del cuerpo, por lo que pasa a través de los riñones. Y cuando está a un nivel tan alto, si no lo diluyes con toneladas y toneladas de agua -más de lo que puedes beber puede provocar insuficiencia renal.
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