Participó como candidato a diputado en 2011, pero no ganó. Y grande fue su sorpresa cuando lo llamaron a ocupar la curul de Amildo Morales, quien falleció embestido por un toro. Sin más se convirtió en legislador, un sueño cumplido que después sería su pesadilla.
Rubén Mazariegos llegó al Palacio Legislativo el 10 de octubre de 2014. Era conocido por dos hechos: por pertenecer desde hacía 20 años a la Unidad de Acción Sindical y Popular y por sus constantes visitas en prisión al expresidente Alfonso Portillo.
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Antes de su efímero paso por el Congreso, Mazariegos era técnico especialista en el Hospital San Juan de Dios y secretario general del Sindicato de Trabajadores de dicho centro asistencial.
Al Legislativo llegó por la Unión del Cambio Nacional, pero no dudó en transfugar hacia la bancada oficialista, que en ese entonces era el Partido Patriota, el cual lo premió otorgándole la presidencia de la Comisión Legislativa de Salud.
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Como técnico en el hospital devengaba 4 mil quetzales mensuales, pero sumado a sus actividades sindicales "lograba" alrededor de Q6 mil al mes. Al llegar al Congreso y encontrarse con un salario de 29 mil quetzales, se deslumbró. O como él mismo dijo, "me sobraba el pisto".
Mazariegos había logrado "congelar" su plaza en el San Juan de Dios, con la esperanza de regresar a su puesto al terminar la legislatura que obtuvo por un golpe de suerte.
Maravillado con la labor legislativa, intentó reelegirse, así que volvió a participar en las elecciones generales de 2015 con el Movimiento Reformador, pero no lo logró; así que un día después de entregar su curul quiso regresar a su plaza en el centro asistencial. "Allí empezó mi martirio", indicó.
De diputado a mensajero
Según Mazariegos, al encontrarse con un salario que sobrepasaba sus necesidades, ahorró; el problema fue que ese dinero se lo gastó en la campaña de 2015.
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"Me quedé a pocos votos de lograr la curul. Usé mis recursos porque se nos había prometido ayuda por parte de Alejandro Sinibaldi, pero cuando empezaron a investigarlo se fue y nos dejó a todos en el partido", recordó.
Al verse fuera del Congreso, intentó regresar a su plaza congelada en Salud, pero no lo consiguió. Lo intentó de diferentes formas, aunque el tiempo fue pasando hasta que llegó a dos años y un mes sin trabajo.
"Cuando noté que no había forma de recuperar mi plaza, traté de buscar empleo en la iniciativa privada, pero por mi trayectoria como sindicalista y diputado no me daban trabajo", se quejó.
Cada día que pasaba la situación se complicaba. Con tres hijos en edad escolar y una casa de alquiler, los gastos no faltaban.
"Luego de varios meses sin dinero, mi esposa nos dejó. Me encontré sin trabajo, con tres hijos por mantener y un matrimonio de 25 años acabado. Bien dicen que, cuando el dinero se va, el amor se acaba", indicó con lágrimas en los ojos.
Sentado en una banca del Ministerio de Salud, con los ojos perdidos en el horizonte y una mueca tratando de simular una sonrisa, Mazariegos detalló: "¿Usted me pregunta qué estoy haciendo ahora para comer y para mantener a mis hijos? Bueno, qué puedo decirle, le manejo a una señora, soy mandadero, entrego memoriales, algunos amigos abogados me usan de gestor. Entre todos los "favores" voy sacando entre 100 y 125 quetzales a la semana, cuando bien me va".
A pesar de todo, el "diputado sindicalista", como se le conoció por su paso en el Congreso, aseguró que no se arrepiente de haber tomado la curul de Morales. "Todo pasa por algo, todo siempre se soluciona", dijo esperanzado.
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