Principales Indicadores Económicos

El secuestro de los pollos

  • Por Soy502
15 de agosto de 2014, 07:05
De pequeña tenía tantas ganas de tener animales que incurrí en actividades ilícitas para obtenerlos. Una de ellas fue el secuestro de unos pollos. (Foto: Wikipedia).

De pequeña tenía tantas ganas de tener animales que incurrí en actividades ilícitas para obtenerlos. Una de ellas fue el secuestro de unos pollos. (Foto: Wikipedia).

¡Qué horror! Aún no les he presentado a mi encantadora y desastrosa manada de perros. Pero antes, debo contarles algunas anécdotas memorables que viví con muchos animalitos

Millones de veces me negaron la "visa para tener perros", así que tuve que incurrir en actos ilícitos para tener algo con vida en mi casa. Yo no quería juguetes ni peluches, deseaba animales de verdad, que les latiera el corazón y que hicieran pipí real; no como esas muñecas a las que se les daba una pachita y sacaban "agua" y había que cambiarles el pañal, ¡Ufff! no. Yo quería algo que se moviera y tuviera alma. Lo conseguí pero "la migra" me descubrió.

Mis abuelos tenían un pequeño chalé en el lago de Atitlán. La pequeña cabaña aún se ubica en el área de San Lucas Tolimán. es un terreno envidiable. La mayoría de chalés están entre montañas y para bajar al lago tuvieron que construir quinientos mil escalones, en cambio el nuestro es plano y verde.

San Lucas Tolimán fue el escenario de esta historia.
San Lucas Tolimán fue el escenario de esta historia.

A principios de los ochenta, el lago disminuyó su nivel y nos quedó una gran explanada verde decorada con gigantescos sauces y gravileas que salpican hermosas sombras en la grama.

Es un lugar de ensueño. 

Mi padre siempre nos llevaba de excursión. Su aventura consistía en salir al pueblo y adentrarse en los bosques o plantaciones de café para buscar y recolectar las "semillas de la buena suerte".  Éstas eran unos granos completamente redondos color marrón oscuro. Aún no sé bien a qué árbol pertenecen pero había cientos de ellas regadas por todo el suelo. Su textura era lisa, semejante a una canica.   Una no pesaba nada, pero una cubeta llena de estas pepitas convertía la excursión en una quemazón de calorías. Recuerdo que muchas veces rompí el mango de mi cubeta roja y tenía que viajar abrazándola.  "Son semillas que dan buena suerte. Si te perdés, encontrás el camino", decía mi papá.  Y sin mentir, una vez me funcionó la inocente superstición.

El rapto

Tenía unos siete u ocho años cuando emprendimos otro de esos viajes aventureros. Esta vez no sólo iban mis hermanos, también primos y todos los niños de los chalés aledaños. Recuerdo que paseábamos por una aldea y el destino hizo que me topara con una gallina un poco escuálida y sus seis pollitos.  ¡Qué belleza! Eran unos diminutos bodoques amarillos que aún caminaban torpemente detrás de su mamá.   

Al ver a la gallina con sus pollitos, percibí la oportunidad. (Foto: Wikipedia)
Al ver a la gallina con sus pollitos, percibí la oportunidad. (Foto: Wikipedia)

Premeditadamente, esperé que todos los excursionistas se alejaran un poco.  Volteé a ver que nadie me observara y me quité la mochila verde que llevaba. La abrí disimuladamente y sin piedad, tomé tres pollitos. Cerré el zipper y la única que me agarró con las manos en la masa fue mamá gallina, quien comenzó un estremecedor cacaraqueo.  Yo me hice la loca y seguí como si nada pero la gallina me seguía. En realidad, no sólo la gallina, muchas miradas también me perseguían y varios dedos me señalaban.  

De pronto, comencé a escuchar voces en un idioma que aún no comprendía. Las acusaciones en tzutuhil alertaron a mi papá y a los demás aventureros.  Mientras tanto, yo me esforzaba por colocar mi rostro en modo de "yo no fui".   

Un "piar" cada vez más agudo provenía desde mi mochila. Sentí como un traveling de una cámara de cine me filmaba en círculos. Varios indígenas me acusaban en su idioma. Mi padre no retiraba la mirada acusadora sobre mi mochila y los demás excursionistas murmuraban entre sí. Mi batalla estaba perdida y comprendí que el secuestro había sido frustrado. Con las manos en alto tuve que quitarme la mochila y abrirla. ¡No era mentira! Allí estaban los tres polluelos escandalosos quienes corrieron velozmente con su mamá. La gallina no me acusaba, al contrario, sentí que me agradeció por haberle devuelto a sus pequeños.

Fue tan embarazoso cuando mi padre y todos los vecinos hombres me obligaron a abrir la mochila. Era la misma sensación al pasar por los aeropuertos internacionales. Cuando llevas un perfume en la maleta de mano y los agentes de Migración te inundan de ojos sentenciosos y te obligan a pasar por otra banda. ¡Lo mismo sentí! Sólo que un poco peor, porque había cometido un secuestro.  Por un momento me enojé con los tres rehenes, ya que gracias a su algarabía, toda la aldea se había enterado del rapto.

Los pollitos necesitan del calor de su madre para sobrevivir. No son mascotas. (Foto: Wikipedia)
Los pollitos necesitan del calor de su madre para sobrevivir. No son mascotas. (Foto: Wikipedia)

Las miradas se convirtieron en policías armados imponiéndome una sentencia perpetua. El oficial mayor, o sea mi padre, me dio tal reprimenda y humillada frente a todos que jamás en mi vida  volví a robar algo ¡Jamás! 

Entre lágrimas de frustración y humillación, tuve que pedir perdón a los dueños de los pollos. Yo no los quería para comer; estaba dispuesta a cuidarlos para que llegaran a ser preciosas gallinas o gallos.  Sabía perfectamente que en esta aldea, los pollitos estaban destinados a un suculento caldo de gallina. Ni modo, así es la vida de los pollos, pero a esa edad, no se comprenden ciertas cosas.

Me fui muy triste y muy regañada. Y por supuesto, los excursionistas bocaflojas llegaron felizmente con el chisme en la punta de la lengua.  Los rumores del rapto caminaron más rápido que nuestros pasos. Al llegar al chalé, recibí más regañadas; de mi tío, de mi abuelita, de mi mamá, en fin... ¡Todo por unos pollitos!  Estaba enojada con las semillas de la buena suerte, porque no me habían funcionado en aquella excursión; sin embargo, aún conservo un recipiente lleno de estas extrañas mies.

Los pollitos no deberían ser mascotas

Ahora, que tengo más uso de razón que antes, comprendo lo delicado que son estos animales. No deberíamos tener pollitos en ambientes inadecuados. Estas aves son muy delicadas y el 90% muere si no recibe el calor de su madre. 

Muchas personas y entidades educativas suelen usar pollitos de premio para Kermeses, bingos o mañanas deportivas. Esto es una pésima costumbre porque los ganadores, no siempre son amantes de los animales y los pollitos, en su mayoría, caen en manos de niños malcriados que se dedican a torturarlos y matarlos. 

Pintar a los pollitos de colores y ofrecerlos como premios en mañanas deportivas o fiestas infantiles es una irresponsabilidad con los animalitos
Pintar a los pollitos de colores y ofrecerlos como premios en mañanas deportivas o fiestas infantiles es una irresponsabilidad con los animalitos

Cuántas historias no se han escuchado sobre estas pobres aves... "Metí el pollito al microondas y explotó", o "Jugué béisbol con mis pollitos", o "Mi perro se comió a los pollos".  ¡Tremendo! Son animales indefensos e inocentes que merecen ser tratados como tal. 

Yo tuve varios pollitos y la mayoría se moría. Recuerdo que sólo uno llegó a sobrevivir. Era todo un adolescente.  Cuando pasan de la edad crítica de supervivencia, se les caen las plumas, se ponen feos, como los humanos en esta etapa. Una empleada del hogar que laboraba con nosotros se lo llevó porque mi mamá ya no quería otro animal. También me puse muy triste. Los pollitos son tan tiernos, que es muy fácil encariñarse con elllos.

Pollitos salvadores

Conocí la historia real de un pollito que robó la enfermedad a un niño y murió esa misma noche. La madre que me lo contó no miente. Justamente habían ganado un pollito en una de esas kermeses de colegio. El niño quiso que el ave durmiera con él esa noche. Lo colocaron dentro de una cajita de cartón. El pequeño comenzó con síntomas de asma pero de pronto, la enfermedad se esfumó como fantasma. La madre escuchó un ruido extraño proveniente de la cajita de cartón y luego ya no se volvió a mover el pequeño pollito. A la mañana siguiente, el pollito amaneció sin vida y el niño completamente sano. "Yo estoy segura que el pollito absorbió la enfermedad de mi hijo y por ello murió. Fue como un mártir", contó la afanosa mamá.

Puede ser cierto. Hay animales curativos. No sé si sea propiedad específica de los pollos, pero en esa ocasión, así fue.

Gracias a Dios, en algunos colegios ya se ha quitado esta pésima costumbre. No tengamos pollitos, dejémoslos con mamá gallina, donde pertenecen. 

Los pollitos tienen que estar con su mamá. (Foto: Wikipedia).
Los pollitos tienen que estar con su mamá. (Foto: Wikipedia).

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