Alguien muy atinadamente posteó la imagen de un árbol navideño en un centro comercial que empezaron a armar el 1 de noviembre. Al post le seguía el comentario “respeten el fiambre, ¡no jodan!”.
Y pues, no frieguen, prefiero el anuncio de "faltan 364 días para la temporada más bella del año". El conteo regresivo tiene algo más poético, más digno, que montar la Navidad ocho semanas antes.
Empiezan las tiendas con el verde y el rojo, las extensiones de luces, las bombitas, los adornos y los robots de la Señora Clos moviendo la cadera. La Navidad made in China ha iniciado la invasión.
Con la Navidad pasa como con la Semana San: te mueve o de plano ponés los ojos en blanco viéndote la corteza del cerebro. Aunque la Semana Santa no te la venden ¡siete semanas antes!
Dicho lo anterior se imaginarán, efectivamente, soy uno de esos que no les gusta la Navidad, hasta la mera noche del 24, que ahí sí, caemos todos. Antes y después del 24 ahí ya vemos.
Arzú se avienta su pista de hielo, sus resbaladeros y las lucecitas por la sexta. Y hay que darle el mérito al señor senescal de la capitanía, la jardinería y la ornamentación sí hacen menos pesada esta ciudad infernal, pero pues, ¿renos, Santacloses, muñecos de nieve? ¿Hielo, como en Macondo? Sí, hielo.
Si Jimmy Morales fuera alcalde en lugar de Presidente –o lo que sea que es ahí sentado haciendo muecas- seguro saldría diciendo que la Navidad es el mejor logro de su gobierno, que lo certifica la Oficina Nacional de Celebraciones Patrias y que.. bah, no vale la pena seguir esta ruta de berrinche contra la Navidad adelantada.
Amo sí, el frío y los celajes, los eucaliptos en mi ventana agitándose y el camino de regreso a mi pueblo en las noches de noviembre y diciembre donde las estrellas se descuelgan del cielo y Orión tararea aquello de la mesa bien servida.
Algo pasa en el ambiente en estos dos últimos meses, dense cuenta. La gente se pone más buena ondita. Como más suave. Ha de ser que ya no se levantan a las cuatro de la mañana para llevar al niño a que termine de crecer en el bus, y que ya viene el aguinaldo para aquellos afortunados que han visto a los ojos a esa hada de los dientes laboral, los bonos y prestaciones.
Se nos acaba el año, se nos va de las manos y nos lo recuerdan por la fuerza. Sí, ya vi que la ingratitud de adelantar la Navidad tiene que ver con que nos susurran al oído “el 2017 ya fue”. Auch.
Eso es, no es el despilfarro sin sentido y a la fuerza. Es que el pinche Santa nos deja aventado enero en toda la cara, pero bueno, quedan dos meses, ¡no!, apenas más de uno. Auch.
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