Un día sí -y con frecuencia el otro también- el presidente estadounidense Donald Trump publica la palabra del año en su cuenta de Twitter. Se trata, en realidad, de una combinación de dos: “fake” (falsa) y “news” (noticias), concepto que el político popularizó durante la campaña e hizo estallar en las redes los pasados doce meses, al punto de que los editores del Diccionario de Collins detectaron que el uso de la frase aumentó un 365 por ciento en comparación con 2016 y por ello la designaron como el vocablo de 2017.
A Trump eso de decir “fake news” le encanta. Lo pronuncia en público cada vez que puede y en los últimos 10 días de diciembre de 2017 la escribió trece veces en Twitter, casi siempre con iniciales mayúsculas, sin que pese una razón gramatical para ello. El lunes 8 de enero, según anunció en su red social favorita, premiará a los que, a su juicio, se hacen acreedores de los galardones a “los medios más deshonestos y corruptos del año”. La cadena Fox no entra en la competencia.
Quien premiará a los que, según él, mienten descaradamente, dio declaraciones falsas o engañosas en 1,960 oportunidades durante sus primeros 347 días como presidente de Estados Unidos. Eso es, en promedio, 5.6 veces al día, de acuerdo con el recuento de hechos que efectúa un equipo de periodistas del Washington Post (los “fact checkers” como se les conoce en esas latitudes). Trump proclamó, a todo pulmón, y en 53 ocasiones que la reducción de impuestos aprobada por ambas cámaras en los días postreros de 2017 era la “mayor de la Historia”, cuando datos del Departamento del Tesoro evidencian que se trata de la octava más grande. Ejemplos, claro está, sobran.
Ahora bien, las "noticias falsas" que Trump evidencia cada vez que puede son un problema en Estados Unidos y en el mundo entero, Guatemala incluida.
En esta era dominada por las redes sociales es fácil caer en la trampa de quienes manipulan la información, manejan datos y cifras de manera antojadiza y sacan verdades absolutas como quien extrae un conejo de un sombrero con fondo falso. Los medios de comunicación no estamos libre de pecado. Publicar chismes en forma de noticia, sin contrastar las acusaciones, viola los principios de ética más fundamentales de la profesión. Y los ejemplos sobran.
Existen fórmulas para blindarse de la información distorsionada. La audiencia con criterio -que me atrevo a creer que es la mayoría- tiene a su disposición las herramientas necesarias para detectar qué es y qué no es “fake news” o "noticias falsas".
¿Recibe usted cadenas de información alarmante por WhatsApp sin que se conozca el origen o una persona se haga responsable? Primera señal de alarma. ¿La escandalosa primicia acusa a una persona o entidad y nadie se tomó la molestia de contactar al aludido (a)? No la crea, de entrada. ¿Abundan los errores gramaticales o de redacción, deja de hacer sentido en el segundo párrafo y la lectura se hace cansada? Dude con vehemencia de lo que le están compartiendo. ¿En el video la información está sacada de contexto, se colocan peras en el mismo saco que las manzanas, se “edita” a conveniencia y la repercusión es limitada? Desconfíe con ímpetu.
2018 no empieza con los mejores augurios.
En Guatemala, el #PactodeCorruptos está más vigente que nunca. La reforma electoral no parece ir para ningún lado. Toca designar a los titulares del Ministerio Público y de la Contraloría General de Cuentas. Las redes de desinformación y los netcenteros estarán muy ocupados. Trabajarán, sin duda, horas extra. No les proporcione el favor de su atención. Contraste, cuestione, compare. Investigue a la fuente. Pregunte. El colega periodista Miguel González Moraga comparte siempre que puede una frase que viene como el anillo al dedo en estas épocas de incertidumbre y que tratan de grabarle en la mente a los estudiantes de periodismo: “Dude de todo. Si su madre dice que lo quiere, verifíquelo”.
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