Escuchar “al otro” es de primera necesidad en este país. Tengo la sensación de que en la Guatemala de 2017, sobre todo por lo que se refleja en redes sociales y medios digitales, los argumentos se rebaten a la primera, con el discurso fácil y ya preconcebido, sin que se intente -ni por un segundo- entender una visión que pueda ser contraria o discrepante.
Cada uno está agazapado en su trinchera particular, esperando la mínima provocación para lanzar la artillería pesada y fabricada de antemano.
¿La Cicig? O es la octava maravilla del mundo o el infierno en la mismísima Tierra. ¿Thelma Aldana? Heroína de las masas para algunos, malvada de la película para otros. ¿Venezuela? O dictadura sanguinaria o democracia popular. Sólo los ateos (u agnósticos) tienen la capacidad para tener pensamiento crítico. Sólo los cristianos (o creyentes) poseen la disposición para comprender las verdades absolutas. Y hasta ahí. ¿Desea encontrar el punto medio? Lo más seguro es que las rechiflas del “otro” acaben con la discusión sin miramientos.
Guatemala acaba de perder a un académico (sociólogo para más señas) que siempre estuvo en la buena disposición de DIALOGAR, con mayúsculas. Álvaro Velásquez, que en la última etapa de su vida decidió involucrase en política para incidir de manera más directa en encontrar soluciones a la vasta problemática de este país, jamás, durante los años que tuve la oportunidad de conocerle, rehuyó a un debate. Y nunca, que yo recuerde, le faltó el respeto a su interlocutor, gritó más fuerte para hacer valer su punto o descartó de entrada un argumento.
Las redes sociales, esas en las que se ventila tanta furia con tanto encono, se dieron una tregua el fin de semana para reconocer la enorme virtud que poseía Álvaro Velásquez. “Con él se podía discutir de todo”. “No estuvimos nunca de acuerdo, pero el trato siempre fue cordial”. “El era de izquierda y yo de derecha y podíamos conversar”… Pude leer decenas de mensajes en ese sentido, de tiros y de troyanos. De los de aquí y de los de allá.
En más de un programa de debate, Alvaro Velásquez dijo “en eso coincidimos”, frase que es el punto de partida para encontrar la solución a un problema. Pero no se puede llegar a este punto si, en vez de escuchar, se está pensando en la réplica, en el argumento contrario o en desbaratar de tajo la tesis del otro. Guatemala está urgida de más personas capaces de trascender a su juicio prefabricado. De aquellos que puedan ver más allá de las etiquetas. De quienes no descalifiquen de entrada porque el rival “viene” de la USAC o de la UFM. Necesitamos comprender que poco se avanza si nos estamos lanzando, a la menor provocación, la artillería pesada. Necesitamos de más ciudadanos con esa disposición al diálogo, al debate, a escuchar, que tenía Álvaro Velásquez.
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