Hoy me niego a especular o siquiera hacer el esfuerzo por descifrar qué es eso de “perseguir delitos y no personas”. Tampoco quiero efectuar cálculos mentales sobre la cantidad de guatemaltecos a los que, según el vice, deberían de revocarles su permiso para visitar Estados Unidos porque, total, aquí la corrupción es diaria y de todos. Nada de eso.
Los Dodgers de los Ángeles regresan al clásico de otoño. He esperado por este momento casi 30 años. Veintinueve, para ser exactos. Y para una aficionada al béisbol, el que su equipo llegue a esta instancia (y triunfe) es como ganar la Copa del Mundo, la Champions, la Liga y la Copa del Rey que sea, todo de junto.
Quienes siguen a los Yankees de Nueva York no viven con la frustración a cuestas, como nos pasa a la inmensa mayoría. No era de extrañar que en los últimos días se haya visto de forma casi omnipresente el logo de los del uniforme a rayas por todas las redes sociales. Son el equipo favorito de la afición guatemalteca. Y no es para menos. Los Bombarderos del Bronx han ganado 27 campeonatos (y han estado en 40). Lo de ellos es acumular triunfos y en seguidilla. Dominaron la década de los 20, los 30, los 40, los 50 y los últimos años de los 70. Muchos “yanquis de corazón” lo son desde que las geniales narraciones del inolvidable Abdón Rodríguez Zea inmortalizaron en el ideario nacional a “Reginaldo Martínez Jackson” (dicho así, con énfasis en el primer apellido) que metió tres cuadrangulares seguidos en el sexto juego de la Serie Mundial de 1977 contra, precisamente, los Dodgers. Sí, “Ave María Purísima”.
Ningún otro equipo esta cerca de la cantidad de triunfos que tienen los Mulos de Manhattan. Duplican (y súmenle cinco) la cifra que tiene el segundo en la lista, los Cardenales, que acumulan 11. La última vez que los de San Luis estuvieron presentes en la fase final del campeonato fue en 2013. No ganaron. Los Dodgers apenas y tienen seis triunfos, el primero de ellos en 1955 cuando su residencia era Brooklyn. Esta, y otras franquicias, han adoptado a su modo, el lema de “siempre hay un año próximo” para enfrentar la desilusión.
Crecí en un ambiente en que el aroma de fútbol solo se respiraba cada cuatro años para las Copas del Mundo. Lo nuestro fue siempre bates, guantes, estrategia, promedio de carreras limpias y porcentajes de bateo. Mis papás crecieron escuchando a Buck Canel y yo, a Abdón. En uno de los clásicos de otoño (pudo haber sido en el 77) mi papá suplicó: “cállense porque no me dejan ver” a los que estábamos alrededor. Así de tensa estaba la cosa.
Y así de tensa estaré yo por estos días. Los Dodgers están por primera vez en 29 años en una Serie Mundial. Espero que no vuelvan a quebrarme el corazón azul clarito. Lo han hecho una y otra vez y yo, me niego a acostumbrarme.
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