Tlahuelilpan, Hidalgo, amaneció este sábado sumido en angustia, luto y olor a gasolina tras la explosión de un ducto que dejó 67 muertos, en momentos en que el gobierno mexicano lucha contra el robo de combustible que ha generado desabastecimiento.
A menos de 500 metros de este poblado de unos 20 mil habitantes, en un terreno agrícola, se localiza la zona cero. Está rodeada de militares y en la que se alcanzan a ver los cuerpos carbonizados de varias de las víctimas.
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Víctimas de una tragedia que se pudo haber evitado, según usuarios de las redes sociales que comparten videos del momento en que varias personas prácticamente se bañan en combustible por intentar obtener un poco.
Todo sirve, desde baldes hasta picheles o vasos. Los pobladores se unen para adquirir el combustible que posteriormente se transformó en una bola de fuego que arrasó con todo e incineró a decenas de personas.
Ante la dolida mirada de familiares y especialistas forenses, los cadáveres permanecen en la postura en la que fallecieron, un visión semejante a la que dejó la explosión del Vesubio en la antigua Pompeya.
El presidente acudió la noche del viernes a Tlahuelilpan, donde ofreció condolencias y anunció que mantendría la lucha contra el robo de combustible.