“¡Mátenlos a todos. Dios reconocerá a los suyos!” es la frase que se le atribuye a Arnaldo Amalric, Abad del siglo XIII que encabezó una cruzada en Francia contra los “herejes” albigenses.
Cuenta la historia que estaban las huestes inquisidoras ante el dilema de entrar por las armas en la ciudad de Albi el 21 de julio de 1209, donde además de los cátaros también habitaban católicos. El clérigo tuvo la brillante idea de dejar que San Pedro decidiera quién era justo y quién pecador…ocho mil muertos dejó esa “valiente “acción.
La frase es un buen ejemplo de la doble moral que encierra el radicalismo. Nada muy distinto están diciendo los que claman por una violencia extrema contra los menores (y adultos que también había muchos) que poblaban la semana pasada la azotea del Centro Las Gaviotas.
Mirando a ese tejado, la gente que pide represión extrema no ve personas: ve un símbolo de su miedo. No sabe si los allí desafiantes estaban en el correccional por robo o asesinato, por violación o vandalismo.
No quieren entender tampoco las circunstancias que llevan a la clase de criminalidad de las maras y hay poco pensamiento puesto en qué va a solucionar el problema…y no, no es matar a todos los tatuados del país.
No me entiendan mal: no hablo de ser solo compasivo. Parte del problema con las pandillas en Guatemala se resuelve con firmeza. Autoritarismo no es lo mismo a autoridad, de la misma manera que violencia no es lo mismo que contundencia y esto último es lo que hay que aplicar.
La creación de centros intermedios donde meter a la población que ya haya cumplido 18 años y la elaboración de perfiles psicológicos de riesgo para dar un trato diferenciado a la reinserción serían dos buenos comienzos.
La mano dura por sí sola no soluciona nada, muchas son las evidencias que lo confirman. Las instituciones fuertes, políticas públicas basadas en evidencia e implementadas por mano de obra calificada, sí.
Al final, toda la represión contra los cátaros no evitó que más adelante sí triunfara el luteranismo, también considerado y tratado por la Iglesia Católica como una herejía. Ver las “desviaciones” de la fe como un síntoma y no como una enfermedad hubiera facilitado una necesaria reforma interna.
Contra el radicalismo uno de los mejores remedios es leer. Aprovechemos ahora que FILGUA abre sus puertas esta semana y dediquemos un tiempo a cultivar el amor hacia el conocimiento y la empatía. Quizá así no veamos el nivel de radicalismo de un cura inquisidor de hace 808 años en pleno 2017.
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