A veces se confunde el contubernio con la estrategia y la conjura con la inteligencia. Dos o más personas conspirando y nos parece que saben algo que nosotros no sabemos, que nos van a dar el cuentazo sin verlo venir.
Sin embargo no es necesariamente así: ser malvado no es lo mismo que ser chispudo. Los faltos de intelecto también confabulan y lo hacen a su estilo, metiendo la pata. Las torpezas en la oscuridad no dejan de ser torpezas. Más bien tienen serias posibilidades de convertirse en trompadas.
No se entiende, por ejemplo, como hay gente que se deja engañar por los estafadores que ofrecen servicio de netcenter en redes sociales. No sirven para cambiar ninguna opinión, como mucho hacer ruido sobre las ya existentes y eso no vale ni un mísero salario mínimo. Seguirán existiendo porque, como tantas características humanas, la capacidad de autoengaño no tiene límites.
Curioso ver también el actuar de sujetos como Marvin Mérida que después de escribir la carta más 'lobotomizante' de la historia reciente del país, en un inglés de esos que dan pena ajena, ahora aparece como “Jefe de Gabinete” pagando un cabildeo carísimo para quejarse en Washington del intervencionismo…de Washington.
Gastar ochenta mil dólares al mes para intentar cambiar una política pactada de manera bipartidista en EE.UU. es no saber cómo funcionan las cosas, haya ganado Trump o no. Lo que han conseguido los Linares, Mérida y diputados varios es darse carita, enfadar a gente poderosa en el país norteño, todo sin modificar un ápice lo que querían modificar… a un módico precio de casi un millón de dólares. Pagado por cierto por financistas que prefieren (con razón) mantenerse en el anonimato. Es una mulada nivel Premium, perdonen el francés.
Los más descorazonador de todo esto, lo que a veces es razón para no dormir por la noche, es que pueden ganar. Aunque parezca contradictorio los grupos organizados siempre tienen ventaja sobre la mayoría desorganizada aunque lo que hagan sea estúpido. Buen resumen de la historia política guatemalteca de las últimas décadas.
Es por eso que no es momento de ser pasivo. Es hora de posicionarse y actuar. Dice el dicho que “Lo único que hace falta para que el mal triunfe, es que las personas buenas no hagan nada” y es verdad.
Yo añadiría que lo único que hace falta para que los cortos de entendimiento se salgan con la suya es que los inteligentes se queden mirando, boquiabiertos ante la idea de que la mediocridad impenitente pueda dar réditos.
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