Son admirables los buenos militares y despreciables los chafas. El militar entiende que su función es de servicio a la comunidad. Se debe a valores mayores a él mismo, a una idea que, sobrepasándolo, protege con vocación.
El chafa en cambio está fascinado por la jerarquía, por la capacidad de imponer a través de la violencia. El buen militar en una sociedad democrática está al servicio del poder civil y no desea otra cosa. Se levanta temprano con disciplina para proteger antes a ciudadanos que a territorio.
El chafa no. Odia la voluntad popular, cree que la esencia militar está reñida con elegir a los gobernantes y añora un tiempo en el que nos regían ejércitos. Le gustan las armas pero no el sacrificio.
El buen militar es consciente que su poder de ejercer la violencia debe ser controlado por su obediencia no deliberante. Acepta su papel secundario con estoicismo y aspira a una vida de honor en la subordinación. El militar sabe que su objetivo es la paz y mejor si pudo alcanzarla sin disparar.
El chafa desea la violencia. El militar está dispuesto y entrenado para ejercerla pero la evita a toda costa y la utiliza como último recurso si así es requerido de él.
El chafa cree que es en los actos de guerra donde reside la verdadera razón de las medallas. El militar sabe que está en el deber cumplido sea este temerario o no.
Algunos militares de carrera son chafas pero son los menos. De hecho los más desagradables chafas no suelen ser militares ni tienen el valor y la disciplina de serlo. La omelette que tienen en la cabeza está compuesta de pocos huevos.
La filosofía “chafista” dice admirar la vocación pero en realidad no la entiende. Creen que se trata de testosterona y comportamiento de machito de cantina. El militar honrado sabe que debe ser ante todo un caballero (o dama si fuera el caso).
El chafa vive frustrado porque el mundo no se adapta a su voluntad autoritaria. Es por eso que ve al ejército de manera idealista, como un reducto donde sus fantasías dictatoriales se cumplen.
El chafa es un militar wannabe gacho. Le encanta la estética pero no vive la ética. El militar ejerce su profesión fundamentalmente en silencio. El chafa no se calla y hace mucho ruido en el espacio de opinión pública afectando la imagen del ejército.
¡Qué daño le hacen los chafas a los militares¡ Los militares aceptan su silencio con estoicismo pero los de verdad si pudieran opinar abiertamente dirían: “Como orgulloso soldado no me gustan los chafas”.
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