Conoce a Vivi y Celeste, dos mujeres fuertes que nunca dejaron de luchar. Por personas como ellas es que te decimos: #InvierteGuatemala.
Vivi González tiene 35 años y le ha tocado una vida dura y llena de peligros. Su madre a quien poco veía, llegaba a altas horas de la noche de trabajar, a pegarle golpizas en las piernas con la manguera de un inflador. Influenciada por sus amigas, comenzó a consumir drogas, realidad que la llevó a las pandillas.
Desde temprana edad, consumía marihuana, pegamento, tíner y solvente para drogarse. La adicción la ponía siempre al borde del peligro y estuvo a punto de ser vendida a un hombre, para ser prostituida.
Tiene cuatro hijos, de quienes se hizo responsable en todo sentido, por la falta de apoyo de su exesposo. Su hijo de 14 años se fue de la casa, acosado por el mismo fantasma de su pasado: los pandilleros le amenazaron con matarlo sino iba a dejar un celular a un negocio para cometer una extorsión.
Las vecinas no dejaban que sus hijas se le acercaran porque la veían siempre rodeada de mareros y los rumores decían que era la mujer de todos ellos.
Un día, caminando en el borde del Puente Belice, viendo hacia el abismo, agobiada por tanto problema e imaginándose cómo caería al fondo, vio el rostro de su hija más pequeña, cobró fuerzas para arrepentirse y seguir adelante.
Con la necesidad de buscar empleo para alimentar a sus hijos y la ayuda de un conocido, comenzó como auxiliar de carnicería en un supermercado, luego se convirtió en encargada de lácteos y recientemente empezó a trabajar como conserje de oficinas centrales de la empresa.
Vivi tiene ahora más de 15 años de no consumir drogas. La empresa en la que trabaja, desde hace cuatro años, le dio la oportunidad de seguir sus estudios escolares. Por sus horarios y la necesidad de cuidar a sus hijos, la tarea le ha resultado difícil, pero ella asegura que continuará hasta graduarse.
Doña Celeste López de Solares nació en Colomba Costa Cuca, San Marcos, al menos eso supone, ya que su madre murió en el parto y su padre la abandonó en un orfanato, cuando ella tenía 5 años.
La mala fortuna permitió que Celeste fuera a dar con las manos equivocadas, ya que por muchos años recibió fuertes golpizas, sufrió de abusos y maltratos; todo sin ninguna explicación.
Con la ayuda de una amiga, logró salir de esa casa y con tan solo 13 años llegó a dar a un convento, donde asombrados por su situación, la recibieron con los brazos abiertos. Allí terminó de criarse y aprendió los oficios del hogar y limpieza. También le enseñaron a leer y a escribir; cuidó a las monjas y padres más grandes.
Averiguaron sobre su nacimiento y su procedencia, la bautizaron e incluso le celebraron sus 15 años. Cuando las monjas tuvieron que irse de misión, por no dejarla sola, la casaron con Rómulo, su actual esposo.
La necesidad siempre estuvo latente y la falta de trabajo de su esposo la obligó a buscar un empleo. Una de sus hijas encontró un clasificado donde ofrecían un puesto de limpieza y decidió aplicar.
Sin papelería completa, decidieron contratarla y Doña Celeste ahora cumple 13 años de estar trabajando en la misma empresa, donde ha desempeñado sus labores con excelencia. Sale todos los días a las cinco de la mañana, desde la aldea El Pajón, para estar temprano en su trabajo. Así logró sacar adelante a sus cuatro hijos, quienes ahora ya se han graduado del colegio, están casados y con hijos.
Gracias a un programa educativo de su trabajo Doña Celeste sigue superándose, recientemente graduándose de la primaria. Actualmente, a sus 50 años, tiene el deseo de seguir estudiando. A pesar de las dificultades y tormentos de su pasado seguirá superándose.
Doña Celeste y Vivi demuestran que con voluntad y decisión, cualquier dificultad se puede revertir. No hay tiempo para quejas, es tiempo de invertir en ti mismo y en Guatemala.