Jimmy salió a despedir a “la Juntita” por el Callejón Manchén y regresó al ala privada de Casa Presidencial.
Eran más de las dos de la mañana. Por un momento dudó en entrar a su cuarto pero se arrepintió. De plano, Paty ya estaba dormida. Ni modo que iba a entrar así de zarazo a meterse a la cama, solo a que le hicieran mal gesto.
A tientas abrió la puerta del despacho privado y se desplomó en el sofá. Bajó una pierna al piso para mitigar el mareo del helicóptero. Estaba a punto de perder la conciencia, cuando sintió un soplo helado.
-Cht, cht, Jimmy.
El presidente abrió los ojos y vio sobre él un rostro gris y escamoso. Se dio la vuelta. “Hasta los sueños se le joden a uno aquí”, pensó.
En eso le cayó encima un golpe seco y abrió los ojos de nuevo. No, no estaba soñando. Frente a él estaba el expresidente Ramiro de León Carpio, en pijama, con una chancleta en la mano.
-Que te despertés, hombre.
Si Jimmy tuviera sentido del humor, hubiera podido pensar que estaba soñando con el set del video de Thriller y hubiera invocado a Michael Jackson para ensayar la rutina de baile, con todo y el espectro de Ramiro de León. Pero como Jimmy no es relajado, sino que vive en una representación más bien grave, más bien apostada de sí mismo, cayó de rodillas al suelo, invocando el auxilio de los ángeles.
La chancla de Ramiro le volvió a aterrizar en la cabeza.
- Estás jodido, vos. No te mandaron a los ángeles, me mandaron a mí. Como te gustan los cuentos, el Jefe me nombró “Fantasma de los Golpes Pasados”.
Jimmy se paró de un salto y se fue trastrabillando al baño. Si se echaba agua en la cara, tal vez dejaba de alucinar. Cuando alcanzó el lavamanos y levantó la vista, no se encontró a sí mismo en el espejo, sino de nuevo, al semblante gris de Ramiro de León Carpio.
-A ver Jimmy, serenate porque te vengo a ayudar.
En ese momento, en el espejo apareció un Ramiro más joven, trajeado de azul, sentado en su despacho. Lo rodeaba un grupo de militares de uniforme. Entre ellos, Otto Pérez Molina era el que más hablaba.“Señor Presidente, tenemos conocimiento de un atentado planificado en su contra. Los desestabilizadores trajeron a un terrorista internacional para ejecutarlo a usted. Es “El Chacal”, uno de los mejores francotiradores del mundo. Vamos a tomar medidas extremas de seguridad, protegerlo las 24 horas …”
Con su mano huesuda y ceniza, el espectro de Ramiro de León señaló la imagen congelada en el espejo.
-¿Viste? Así me controlaron a mí. Con el asesinato de mi primo Jorge y ese cuento del Chacal. Todo era paja. Pero de ahí en adelante Pérez Molina se hizo cargo de todo y ya sabemos cómo terminó esa historia. El punto Jimmy, es que no podés dejar que te controle la “Juntita” y secuaces. Todavía Pérez Molina, ¿pero estos cuates? Nooombre. Si te empiezan a insistir que “el golpe, el golpe”, exigí las pruebas. Andá a sacar del aburrimiento a Vinicio Cerezo, pedile que te explique cómo agarró del buche a los golpistas de su tiempo. Pero lo básico es esto. Si hay pruebas, no amagás: te los llevás jalados de las greñas a los tribunales. Y si nadie te presenta evidencia concreta, entonces te sacás de encima a los mentirosos, a los alharaqueros, a la gente que te mete miedo.
El fantasma de Ramiro estaba tan exaltado cuando terminó su discurso que parecía que le crepitaban las escamas de piel sobre los huesos. Jimmy asintió con la cabeza y se limpió una lagrimita con la manga de la camisa.
-Te quiero firme Jimmy, llevás solo un año. Tenés que espabilar. Tanta oración, tanta imposición de manos y el Jefe va de mandarte señales y vos no entendés. No te van a mandar al Mago de Oz a ponerte lo que te hace falta. Basta con que revisés la Historia y entendás cómo paralizaron a los presidentes de las últimas décadas, qué trampas les pusieron sus Puñalitos, sus “Juntitas”, sus capos desde las sombras, como los jefes del Mariscal Zavala hoy.
Dicho esto, Ramiro desapareció, dejando un chiflón helado en el despacho.
Jimmy se despertó con una goma de leyenda. Tomó su celular y vió que tenía ya una llamada perdida del coronel Melgar Padilla. Antes de tocar la pantalla del teléfono para devolver esa llamada, pensó que ese impulso del dedo, ese pequeño gesto, podía cambiar el rumbo de su presidencia.