No me lo van a creer, pero no celebro que el presidente Jimmy Morales haya despedido a su vocero, Heinz Hiemann.
Creo que es una decisión tardía y necesaria, porque llevo más de 20 años en esta profesión y no recuerdo a otro portavoz capaz de rivalizar con la incompetencia sublime de Hiemann (que además cobraba doble por su trabajo, hecho delictivo que señaló la Contraloría). Pero me parece también que es una decisión tomada sin convicción, para taparle el ojo al macho.
Al despedir a Hiemann, pareciera que el presidente se ha limitado a entregar a un chivo expiatorio para apagar el fuego momentáneo, pero los problemas de fondo seguirán.
Me explico. Al vocero lo echaron por decir que el gobierno "respetaba las políticas migratorias" de Washington, cuando se le solicitó un comentario por los centenares de niños guatemaltecos que han sido separados de sus padres y detenidos en la frontera, una situación a todas luces abominable.
Las declaraciones de Hiemann enardecieron a las redes sociales y el Presidente Morales lo despidió entonces con fanfarria, argumentando que el vocero no habló en su nombre y tampoco en el de la administración.
Qué raro, porque yo estoy bajo la impresión de que Hiemann fue congruente con la postura que ha externado el gobierno, sobre todo frente a la Casa Blanca.
A las pruebas me remito. El vicepresidente Jafeth Cabrera ya dijo en otra ocasión que los migrantes “se van porque quieren”.
Por su parte, la Canciller Sandra Jovel acaba de justificar la situación de los niños guatemaltecos en la frontera, aclarando que “no están detenidos”, sino que se encuentran en “albergues en las mejores condiciones posibles”. Mientras ella se afana de esa manera en acomodar al gobierno de Donald Trump, los demás cancilleres de la región han condenan esta política de "cero tolerancia" de Washington como “cruel e inhumana”.
Si así se expresan otros funcionarios del Gabinete, ¿para qué echaron a Hiemann? El hombre puso en palabras la visión del gobierno, cuya prioridad no es defender a sus ciudadanos más vulnerables, los niños, algo que nos quedó clarísimo hace más de un año, cuando el presidente tardó días en entender que el incendio del “Hogar Seguro” donde se quemaron vivas más de 40 niñas era una catástrofe, no solo en sí misma, por razones humanitarias básicas, sino para su administración.
El problema de los niños migrantes –como otros flagelos muy graves que afectan a la infancia en nuestro país, empezando por la desnutrición crónica-- vienen desde hace décadas, y nadie esperaba que Jimmy Morales los resolviera en cuatro años.
Lo que se pedía de él era lo mínimo: que al enfrentarlos al menos usara las herramientas de comunicación adecuadas para unificarnos, para mostrar empatía y para darnos ánimos de seguir luchando.
Para eso, sin embargo, se requiere una brújula –política y moral-- y está visto que este gobierno ni la tiene ni la está buscando. Con Heinz o sin Heinz.
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